jueves, 1 de junio de 2017

Crónica muy agradable escrita por Don Juan Ospina Ruiz.


Este artículo, es una cortesía de Don Juan Ospina Ruiz.

A vuelo de pájaro.

Crónica:


Enrique jabón.

“Todo nos llega tarde… ¡hasta la muerte!”, nos los cantó el gran poeta romántico Julio Flórez hace casi un siglo y, ese canto, se acomoda a la existencia que llevó Carlos Enrique Olarte, más conocido como Enrique Jabón en Sopetrán, su tierra, a quien no sólo le llegó tarde la muerte, sino el entierro, tras dejar estos lares el 23 de mayo cuando lo abrazó la parca después de trasegarlos por 91 años, 5 meses y 14 días…


Enrique Jabón era un hombre de escasos recursos económicos, condición que supo sortear gracias a las ganas de vivir que le permitieron a través del tiempo y de sus acciones, convertirse, diríamos, en un personaje típico de Sopetrán, cuando en sus últimos años de su vida se dedicó a vender el famoso CARAMBOLO que conseguía en los predios de su hermana y vecinos a su rancho, en el Parque La Ceiba, restaurantes y cafeterías, pero nunca a cultivarlo; la agricultura no era su fuerte y todo indica que nunca le dio un golpe a la tierra. 

Y al hablar de personajes típicos del municipio, diríamos que son aquellos seres que su actividad y oficios y características personales les permiten a los que aún viven, destacarse y a los fallecidos ser reconocidos como tales en el espacio local municipal. 

Enrique Jabón nació en Sopetrán un 8 de diciembre de 1925 cuando ejercía la presidencia de la república el General Pedro Nel Ospina Vásquez, quien recibió los 25 millones de dólares que los Estados Unidos le dieron a Colombia como indemnización por la pérdida de Panamá. 

Su madre, la señora Ana Joaquina Olarte tuvo dos hijos, Rosa María y él y fuera de sus oficios domésticos, era una artesana del jabón negro, producto que para su elaboración tenía que utilizar pailas grandes para poner a fuego lento el cebo para derretirlo y luego mezclarlo con la lejía y darle el acabado. 

En una ocasión, cuando su madre atendía a unos compradores del producto, Enrique y su amiguito Libardo Coronado se pusieron a jugar alrededor de la paila hirviendo con tan mala suerte para Enrique, que se tropezó y cayó cerca al fogón que estaba en el suelo y se quemó los genitales con el cebo al rojo vivo….


No fue esta la única desgracia que padeció Enrique Jabón, mote que se derivó del oficio artesanal que ejercía su madre. 

Ya entrado en años, sus vistas fueron afectadas por la enfermedad de las cataratas a las que nunca le puso atención y el resultado fue funesto, pues perdió su ojo izquierdo y casi el derecho lleva la misma suerte, si no aparece la ayuda benefactora de Don Raúl Valderrama que al verlo deambular casi ciego por el Parque La Ceiba, le propuso internarlo en el asilo y hacer las diligencias para salvarle su vista. Don Raúl tuvo la colaboración del padre Jorge Mario Restrepo por allá en los años 2005 y en varias misas se lograron conseguir los 432.000 pesos que costó el tratamiento médico y operación y Enrique Jabón recobró la visión. 

No se quedó en el asilo, pues su espíritu dicharachero y sus actitudes de guasón lo alejaron de allí, y se fue a vivir con todos sus corotos a su rancho al otro lado de la quebrada La Sopetrana sin abandonar su lenguaje morboso que siempre lo acompañaba cuando conversaba con la gente, en especial, si se trataba la charla con mujeres; también su brazo izquierdo se lo fracturó en una caída pero no montando en bicicleta, práctica que no realizaba con mucha frecuencia. 

El año pasado le dio varias vueltas al parque de Sopetrán para desmentir la versión de que él no era capaz de subirse en una cicla. 

Con su sonrisa plena en su rostro y su sombrero alón en su cabeza y sus 91 años a cuestas, les quitó las dudas a sus amigos…


Últimamente, su mayor tiempo lo pasaba en el Cafetería Domapán donde llegaba con sus carambolos empacados en bolsas para la
venta. 

Algo vendía, pues el mayor tiempo se la pasa conversando con la gente y haciendo alarde de sus desgonces físicos para demostrarle a los clientes de la cafetería que aún tenía arrestos de hombre joven. 

Enrique Carambolo como también lo llamaban, tuvo nupcias con la dama Ángela de Dios Arias Gutiérrez de cuya unión no hubo descendencia. 

La semana anterior a su muerte su salud se vio afectada por esos virus que hoy están azotando a la población… fiebre, dolor de cabeza, malestar estomacal y otros síntomas que doblegan al más aliviado. 

Varios días en cama estuvo Enrique Jabón y el lunes 22 de mayo, sintió una leve mejoría en su salud y llamó a su sobrino Abel Londoño y le dijo: si sigo así de bien, mañana me madrugo a trabajar con usted la tierra. 

Don Abel se sorprendió con el anunció de su tío Enrique, pues como ya hemos contado nunca le dio un golpe a la tierra, noticia que hizo reír a sus hijos por sorpresiva e irreal y además, motivó a Don Abel a lanzar ésta expresión de asombró: ¡¡..ahora sí, se nos va a morir Enrique…...nunca abrazó un azadón y ahora quiere..!!., y en efecto, al otro día lo encontraron muerto en su cama….


Un cartel de La Asociación mutual sagrada familia, frio como el frio de la muerte colocado al pie de la puerta principal de la Basílica Menor de Nuestra de Señora de la Asunción, invitaba la familia Londoño Olarte a familiares y amigos a las exequias de CARLOS ENRIQUE OLARTE a las 3 de la tarde del 24 de mayo.

 A la velación en la mutual fue poca la gente que lo acompañó. 

La majestad del cadáver de Enrique Jabón en su ataúd color negro como su suerte, llegó puntual al templo, pero tuvo que esperar más de 50 minutos hasta que llegara el sacerdote oficiante, para el cual era más importante una reunión en Llanadas que practicar la obra de misericordia de enterrar a los muertos a la hora señalada; razón tuvo una señora que en el trascurso de la misa al ver la poca asistencia al oficio religioso, no dudó en manifestarse con estas
palabras: 

Si fuera un rico del pueblo el muerto, este templo estaría lleno….


“Todo nos llega tarde…”

Juan Ospina Ruiz.