lunes, 17 de mayo de 2021

Otras facetas de las manifestaciones en Colombia.

 

La otra cara de las marchas en Colombia.

Colombia se precia de ser la democracia más antigua y estable del continente y, en términos estrictos, así es.

Prueba de lo que afirmo, es que solo ha habido una dictadura, la del General Rojas Pinilla, que sentó las bases de la represión, que aparentaba ser la solución de los grandes problemas del país.

No es muy sano que, el país haya sido gobernado por unas élites mayoritarias, que aniquilaron la posibilidad, de plantear opciones distintas a los dos partidos tradicionales: El Conservador y el liberal, y que fueron las causantes del nacimiento, de una guerrilla, que nos ha acompañado por espacio de setenta años y que, a pesar de haber logrado una paz, que duró lo que dura una flor, no parece que vaya a desaparecer.

¿Cuál es la democracia en la que se establece como regla general un estatuto de seguridad del que salieron números alarmantes de desaparecidos, torturados y ejecutados?

 ¿Es un orgullo ser parte de una democracia que, en manos del narcotráfico, fue espectadora de un terrorismo sin precedentes contra toda la sociedad y del asesinato de cuatro candidatos presidenciales?

 Estas son algunas de las realidades de nuestra democracia reciente, bajo la Constitución de 1886.

A pesar de que la constitución de 1991, fue un verdadero triunfo democrático, logrado contra muchos obstáculos; hay que decir después de treinta años, y de muchos éxitos que se le pueden atribuir, aparentemente fracasó, porque:

¿En qué tipo de democracia se cometen 6.402 homicidios de ciudadanos, para hacerlos pasar por bajas legales de la fuerza pública?

¿Es democracia el sistema que considera que el monopolio de la fuerza está hecho para oprimir con violencia letal el derecho a disentir del gobierno? 

¿Cuál democracia tolera que las autoridades y figuras de poder, ignoren los actos de justicia por mano propia de algunos particulares de sectores pudientes y que, por el contrario, los justifiquen?

¿Es democracia un régimen donde un tercero, más poderoso que todos los poderosos, decida durante 20 años quién y cómo se dirige un país?

Además, ¿en qué democracia coexisten por décadas el narcotráfico, la ilegalidad, la pobreza, la desigualdad rampante y la guerra de guerrillas?

¿Qué clase de democracia ha llevado a que los sectores privilegiados que, sacan ventaja del sistema, se consideren ‘personas de bien’ y las poblaciones marginadas, se asuman como delincuentes e invasoras?

¿Cuál democracia asesina a tiros a quien celebra públicamente su derecho democrático a la protesta?

¿En qué democracia los indígenas se distinguen de los ciudadanos, y se les pide volver a sus ‘entornos naturales’, como si se tratara de manadas de animales extraviados?

¿Es democracia un sistema que condena a la ciudadanía a decidir únicamente entre dos extremos: Fundamentalistas y radicales, cuya agenda no recoge sino solo, ¿una parte de la realidad de este país?

 ¿De qué democracia hablamos cuando la prensa se persigue y amenaza, al no servir de comité de aplausos del gobierno y del poder?

En mi creencia, la bomba social que explotó en Cali hace dos o tres semanas, es la consecuencia lógica, que se estaba gestando hace muchos días, que nos pone entre la espada y la pared y nos hace algunas preguntas como estas:

 ¿Qué tipo de democracia somos y cuál es la democracia ideal?

¿Nuestro sistema político, económico y social, es viable, para que todos los ciudadanos nos sintamos protegidos por el estado?

 En un entorno tan inequitativo, tan dividido y golpeado por la crisis de la pandemia -sumada a todas sus otras tragedias de años- la desconexión de los dirigentes con la ciudadanía, está convirtiendo este país, en un escenario de la peor confrontación social de nuestra historia reciente, muy alejado de los que debería ser un sistema democrático.

La violencia, el odio y la intemperancia han encendido todas las alarmas en Colombia.

 El paro nacional iniciado el pasado 28 de abril, no termina y crece la zozobra sobre el futuro de la democracia.

 Nunca la fragilidad democrática e institucional había sido tan evidente.

 Hoy, más que nunca, el país se juega su suerte en la historia.

 Avanzar requiere de liderazgo democrático, ruta participativa y construcción de confianza.

Sólo el diálogo con los adecuados interlocutores y con resultados concretos, puede silenciar el eco del terror para recuperar la gobernabilidad social.

Para confiar en el diálogo se requieren avances tangibles, que permitan victorias de toda la sociedad, más allá de las aspiraciones particulares.

Un primer paso es lograr: La expresión unánime de rechazo a la violencia y las violaciones a los derechos humanos; el silencio de las armas; el repudio de la justicia por mano propia; y exigir resultados en las investigaciones por los abusos cometidos.

Un segundo paso exige aplicar las salidas institucionales que, fija la Constitución para que la expresión popular, acompase la acción de las autoridades con prioridad y con compromiso de éxito.

Hay que hacer valer la participación vinculante de todos los actores del país, mediante un procedimiento que, está en la Constitución y que permite armonizar las prioridades de gasto y orientar, en simultánea, el esfuerzo de recaudo tributario, de austeridad en el gasto público y de manejo de la deuda.

Es necesario, tramitar en el ámbito de la Comisión de Concertación de Políticas Laborales y Salariales los asuntos urgentes en materia de protección social; reactivación masiva del empleo; derechos laborales y productividad, como prueba de decisión política que, permitirá mostrar su compromiso por encontrar salidas concretas a la crisis.

El Congreso tiene que asumir la histórica tarea de adelantar ya, los debates legislativos que se requieran hasta que se traduzcan en leyes los acuerdos básicos logrados por las partes.

La agenda legislativa tanto del Congreso, como de los partidos debe sintonizarse con lo que pasa en la calle, para no despilfarrar una vez más la oportunidad, de adelantar las reformas que reclaman las nuevas generaciones.

No es hora de miedos, titubeos, paños de agua tibia o desánimos.

 La profunda tristeza que embarga a la sociedad por hechos que repudiamos, debe superarse con la fuerza de un país que marcha y se expresa; con la riqueza de la diversidad y; la solidaridad hacia reformas que capitalicen el descontento social.

Acortemos el camino dando el primer paso ya.

No hay tiempo que perder.

Pero las marchas que se están realizando en el país, tienen otro carisma, según un informe realizado por la inteligencia y los expertos en esta materia:

 De acuerdo con las investigaciones, la toma de Cali ha sido financiada por el narcotráfico.

Se trata de importantes sumas de dinero que garantizaban la permanencia indefinida de los bloqueos en cuatro puntos claves de la ciudad: En el Paso del Comercio (para cerrar la vía a Palmira y al aeropuerto); en Calipso (para bloquear el oriente) y; en Puerto Rellena y Meléndez (para impedir la salida al Cauca).

En cada punto asignaban entre 10 y 15 personas de confianza para mover y organizar a la gente, así como se asignaron a disposición de estas personas varios vehículos particulares que iban de lado a lado, abasteciendo a las células de: Alimentos, agua y dinero en efectivo.

La investigación estableció que parte de los millonarios recursos para la logística empezaron a llegar a Cali, por cuenta de alias: Marcos Pacífico, quien implementó correos humanos para mover el dinero hasta su destino.

Una de las modalidades era llevarla camuflada en neveras de icopor, simulando que era comida.

También se investigó, como hombres de Gentil Duarte, se encargaban, de reclutar pandilleros y toda clase de delincuentes comunes, para participar en las marchas y a estos sinvergüenzas, les entregaban: Dinero, armas, y todo lo relacionado con la trifurca, para causar destrucción y muerte

Los primeros pasos para la toma de Cali, se dieron en abril, cuando las autoridades comenzaron a detectar que, varios de los jefes de los vándalos arribaron a la ciudad, junto con jóvenes que salían desde: Bogotá, Neiva y Cúcuta.

A la capital del Valle llegaron a casas que sirvieron de fachada, y se fueron preparando para actos violentos con la gente ya reclutada en la ciudad.

Otras viviendas fueron adecuadas para entrenamientos en el uso de bombas molotov.

Estos grupos ya se identificaban como brigadas clandestinas.

Agentes encubiertos siguieron de cerca algunos de los movimientos de las cabezas visibles del plan, que asistían a reuniones en distintos sectores de Cali, en las que se planeaba la manera de intervenir violentamente en las manifestaciones.

Como si todo esto fuera poco, las autoridades tienen conocimiento de que incluso, se estaría maquinando una gran asonada en Cali contra funcionarios de alto nivel del Estado, y se estarían pagando millonarias sumas de dinero por atentados selectivos.

Estas son las circunstancias que muestran a las claras, que una inmensa mayoría de los que participan en las marchas, son elementos subversivos, a los cuales hay que caerles, con todo el peso de la ley, y a mi modo de ver las cosas, estos individuos son miembros desechables de la comunidad colombiana, que no deberán seguir estorbando.

También las FARC, que reclaman a gritos que no se les han cumplido, los acuerdos de paz, aunque ellos desde el momento en que la firmaron, sabían que no los iban a cumplir, están metiendo la mano en estas marchas callejeras.

Estos acontecimientos sumados a la intervención maliciosa del famoso: Petro, que no, es más que un guerrillero profesional, amnistiado con la ley y que socarronamente prepara todos los eventos, que lo favorecen, para una posible candidatura, a las presidenciales venideras.

Tampoco podemos olvidar que el muy malicioso, no sale a las manifestaciones, con la importante disculpa, de que tiene que cuidarse porque se infectó de Covid, en un viaje a Italia, cuando en efecto él, es uno de los miembros que producen el terror.

Pero hay otro miembro del senado, que aparenta ser una persona, que no mata una masca a los costalazos y que socarronamente viene descomponiendo la política colombiana, con sus ideas izquierdistas y que, se ha peleado en muchas veces con los dueños del poder, el senador: Iván Cepeda Castro, al que le tenemos que decir:

Colombia no es un país adecuado, para montar una segunda: Cuba, Venezuela, o Nicaragua.

Estas otras caras que están mostrando las marchas colombianas, nos muestran que un 80% de los ciudadanos que están en las calles, son pagados por la delincuencia organizada, para acabar con el poquito de democracia que, nos han dejado nuestros gobernantes.


 Pero hay un último asunto que me preocupa mucho, porque los autores del desorden, han mostrado nuestro país, como un lugar de la tierra, en donde no se puede protestar y han sembrado dudas muy delicadas, en los gobiernos fuertes del planeta como los: Estados Unidos, la Unión Europea y hasta el Papa Francisco, en medio de su bondad, les están comiendo cuento y estos sinvergüenzas, están pidiendo que a Colombia, se la suspendan todo tipo de ayudas económicas, porque no respetan el derecho de protestar, que está en todas las constituciones cultas del planeta.

Pongámonos de acuerdo:

En Colombia se puede protestar y el gobierno, nos garantiza ese derecho; pero los policías, los soldados y las fuerzas del orden, no tienen por qué sacrificar a sus miembros y dejarlos matar, de las turbamultas que, tienen como objetivo crear: El caos, la desolación y la muerte, para darle gusto a los organizadores del desorden.

Me parece sensato decir como punto final:

En Colombia muchas cosas andan mal y los gobernantes nunca se han preocupado por el pueblo; se necesita protestar pacíficamente, como lo están haciendo los ciudadanos de bien; pero tenemos que rechazar todo tipo de violencia, que se involucra en las manifestaciones pacíficas.

La conclusión es obvia:

Las fuerzas armadas colombianas, deben seguir persiguiendo a capa y espada, a todos los violentos que se infiltran en las marchas, así se opongan: Petro, Maduro, Cuba, los senadores demócratas de los Estados Unidos y todos aquellos, que creen en las artimañas de los maliciosos, para acabar, con nuestra rancia democracia, a la cual yo pongo en duda desde hace mucho tiempo.

Sopetrán, mayo 16 del 2021.

Darío Sevillano Álvarez.