La otra cara de las
marchas en Colombia.
Colombia se precia de ser la
democracia más antigua y estable del continente y, en términos estrictos, así
es.
Prueba de lo que afirmo, es que solo
ha habido una dictadura, la del General Rojas Pinilla, que sentó las bases de
la represión, que aparentaba ser la solución de los grandes problemas del país.
No es muy sano que, el país haya sido
gobernado por unas élites mayoritarias, que aniquilaron la posibilidad, de
plantear opciones distintas a los dos partidos tradicionales: El Conservador y
el liberal, y que fueron las causantes del nacimiento, de una guerrilla, que
nos ha acompañado por espacio de setenta años y que, a pesar de haber logrado
una paz, que duró lo que dura una flor, no parece que vaya a desaparecer.
¿Cuál es la democracia en
la que se establece como regla general un estatuto de seguridad del que
salieron números alarmantes de desaparecidos, torturados y ejecutados?
¿Es un orgullo ser parte de una democracia que, en manos del narcotráfico, fue espectadora de un terrorismo sin precedentes contra toda la sociedad y del asesinato de cuatro candidatos presidenciales?
Estas son algunas de las realidades de nuestra democracia reciente, bajo la Constitución de 1886.
A pesar de que la constitución de 1991, fue un verdadero triunfo
democrático, logrado contra muchos obstáculos; hay que decir después de treinta
años, y de muchos éxitos que se le pueden atribuir, aparentemente fracasó,
porque:
¿En qué tipo de democracia se cometen 6.402 homicidios
de ciudadanos, para hacerlos pasar por bajas legales de la fuerza pública?
¿Es democracia el sistema que considera que el
monopolio de la fuerza está hecho para oprimir con violencia letal el derecho a
disentir del gobierno?
¿Cuál democracia tolera que las autoridades y figuras
de poder, ignoren los actos de justicia por mano propia de algunos particulares
de sectores pudientes y que, por el contrario, los justifiquen?
¿Es democracia un régimen donde un tercero, más
poderoso que todos los poderosos, decida durante 20 años quién y cómo se dirige
un país?
Además, ¿en qué democracia coexisten por décadas el
narcotráfico, la ilegalidad, la pobreza, la desigualdad rampante y la guerra de
guerrillas?
¿Qué clase de democracia ha llevado a que los sectores
privilegiados que, sacan ventaja del sistema, se consideren ‘personas de bien’
y las poblaciones marginadas, se asuman como delincuentes e invasoras?
¿Cuál democracia asesina a tiros a quien celebra
públicamente su derecho democrático a la protesta?
¿En qué democracia los indígenas se distinguen de los
ciudadanos, y se les pide volver a sus ‘entornos naturales’, como si se tratara
de manadas de animales extraviados?
¿Es democracia un sistema que condena a la ciudadanía a
decidir únicamente entre dos extremos: Fundamentalistas y radicales, cuya
agenda no recoge sino solo, ¿una parte de la realidad de este país?
¿De qué democracia hablamos
cuando la prensa se persigue y amenaza, al no servir de comité de aplausos del
gobierno y del poder?
En mi creencia, la bomba social que
explotó en Cali hace dos o tres semanas, es la consecuencia lógica, que se
estaba gestando hace muchos días, que nos pone entre la espada y la pared y nos
hace algunas preguntas como estas:
¿Qué tipo de democracia somos y cuál es la democracia ideal?
¿Nuestro sistema político, económico
y social, es viable, para que todos los ciudadanos nos sintamos protegidos por
el estado?
En un entorno tan inequitativo, tan dividido y golpeado por la crisis de la pandemia -sumada a todas sus otras tragedias de años- la desconexión de los dirigentes con la ciudadanía, está convirtiendo este país, en un escenario de la peor confrontación social de nuestra historia reciente, muy alejado de los que debería ser un sistema democrático.
La violencia, el
odio y la intemperancia han encendido todas las alarmas en Colombia.
El paro nacional iniciado el pasado 28 de abril, no termina y crece la zozobra sobre el futuro de la democracia.
Nunca la fragilidad democrática e institucional había sido tan evidente.
Hoy, más que nunca, el país se juega su suerte en la historia.
Avanzar requiere de liderazgo democrático, ruta participativa y construcción de confianza.
Sólo el diálogo con los adecuados interlocutores y
con resultados concretos, puede silenciar el eco del terror para recuperar la
gobernabilidad social.
Para confiar en el diálogo se requieren avances
tangibles, que permitan victorias de toda la sociedad, más allá de las
aspiraciones particulares.
Un primer paso es lograr: La expresión unánime de rechazo a la violencia
y las violaciones a los derechos humanos; el silencio de las armas; el repudio
de la justicia por mano propia; y exigir resultados en las investigaciones por
los abusos cometidos.
Un segundo paso exige aplicar las salidas institucionales que, fija la
Constitución para que la expresión popular, acompase la acción de las
autoridades con prioridad y con compromiso de éxito.
Hay que hacer valer la participación vinculante de todos los actores del
país, mediante un procedimiento que, está en la Constitución y que permite
armonizar las prioridades de gasto y orientar, en simultánea, el esfuerzo de
recaudo tributario, de austeridad en el gasto público y de manejo de la deuda.
Es necesario, tramitar en el ámbito de la Comisión de Concertación de
Políticas Laborales y Salariales los asuntos urgentes en materia de protección
social; reactivación masiva del empleo; derechos laborales y productividad,
como prueba de decisión política que, permitirá mostrar su compromiso por
encontrar salidas concretas a la crisis.
El Congreso tiene que asumir la histórica tarea de adelantar ya, los
debates legislativos que se requieran hasta que se traduzcan en leyes los
acuerdos básicos logrados por las partes.
La agenda legislativa tanto del Congreso, como de los partidos debe
sintonizarse con lo que pasa en la calle, para no despilfarrar una vez más la
oportunidad, de adelantar las reformas que reclaman las nuevas generaciones.
No es hora de miedos, titubeos, paños de agua tibia o desánimos.
La profunda tristeza que embarga
a la sociedad por hechos que repudiamos, debe superarse con la fuerza de un
país que marcha y se expresa; con la riqueza de la diversidad y; la solidaridad
hacia reformas que capitalicen el descontento social.
Acortemos el camino dando el primer paso ya.
No hay tiempo que perder.
Pero las marchas que se están realizando en el país, tienen otro
carisma, según un informe realizado por la inteligencia y los expertos en esta
materia:
De acuerdo
con las investigaciones, la toma de Cali ha sido financiada por el
narcotráfico.
Se trata de importantes sumas de dinero que
garantizaban la permanencia indefinida de los bloqueos en cuatro puntos
claves de la ciudad: En el Paso del Comercio (para cerrar la vía a Palmira y al
aeropuerto); en Calipso (para bloquear el oriente) y; en Puerto Rellena y
Meléndez (para impedir la salida al Cauca).
En cada punto asignaban entre 10 y 15 personas de confianza para mover y
organizar a la gente, así como se asignaron a disposición de estas personas
varios vehículos particulares que iban de lado a lado, abasteciendo a las
células de: Alimentos, agua y dinero en efectivo.
La investigación estableció que parte de los millonarios recursos para
la logística empezaron a llegar a Cali, por cuenta de alias: Marcos Pacífico, quien
implementó correos humanos para mover el dinero hasta su destino.
Una de las modalidades era llevarla camuflada en neveras de icopor,
simulando que era comida.
También se investigó, como hombres de Gentil Duarte, se encargaban, de
reclutar pandilleros y toda clase de delincuentes comunes, para participar en
las marchas y a estos sinvergüenzas, les entregaban: Dinero, armas, y todo lo
relacionado con la trifurca, para causar destrucción y muerte
Los primeros pasos para la toma de Cali, se dieron en abril, cuando las
autoridades comenzaron a detectar que, varios de los jefes de los vándalos
arribaron a la ciudad, junto con jóvenes que salían desde: Bogotá, Neiva y
Cúcuta.
A la capital del Valle llegaron a casas que sirvieron de fachada, y se
fueron preparando para actos violentos con la gente ya reclutada en la ciudad.
Otras viviendas fueron adecuadas para entrenamientos en el uso de bombas
molotov.
Estos grupos ya se identificaban como brigadas clandestinas.
Agentes encubiertos siguieron de cerca algunos de los movimientos de las
cabezas visibles del plan, que asistían a reuniones en distintos sectores de
Cali, en las que se planeaba la manera de intervenir violentamente en las
manifestaciones.
Como si todo esto fuera poco, las autoridades tienen conocimiento de que
incluso, se estaría maquinando una gran asonada en Cali contra funcionarios de
alto nivel del Estado, y se estarían pagando millonarias sumas de dinero por
atentados selectivos.
Estas son las circunstancias que muestran a las claras, que una inmensa
mayoría de los que participan en las marchas, son elementos subversivos, a los
cuales hay que caerles, con todo el peso de la ley, y a mi modo de ver las
cosas, estos individuos son miembros desechables de la comunidad colombiana,
que no deberán seguir estorbando.
También las FARC, que reclaman a gritos que no se les han cumplido, los
acuerdos de paz, aunque ellos desde el momento en que la firmaron, sabían que
no los iban a cumplir, están metiendo la mano en estas marchas callejeras.
Estos acontecimientos sumados a la intervención maliciosa del famoso:
Petro, que no, es más que un guerrillero profesional, amnistiado con la ley y
que socarronamente prepara todos los eventos, que lo favorecen, para una
posible candidatura, a las presidenciales venideras.
Tampoco podemos olvidar que el muy malicioso, no sale a las
manifestaciones, con la importante disculpa, de que tiene que cuidarse porque
se infectó de Covid, en un viaje a Italia, cuando en efecto él, es uno de los
miembros que producen el terror.
Pero hay otro miembro del senado, que aparenta ser una persona, que no
mata una masca a los costalazos y que socarronamente viene descomponiendo la
política colombiana, con sus ideas izquierdistas y que, se ha peleado en muchas
veces con los dueños del poder, el senador: Iván Cepeda Castro, al que le
tenemos que decir:
Colombia no es un país adecuado, para montar una segunda: Cuba,
Venezuela, o Nicaragua.
Estas otras caras que están mostrando las marchas colombianas, nos muestran que un 80% de los ciudadanos que están en las calles, son pagados por la delincuencia organizada, para acabar con el poquito de democracia que, nos han dejado nuestros gobernantes.
Pongámonos de acuerdo:
En Colombia se puede protestar y el gobierno, nos garantiza ese derecho;
pero los policías, los soldados y las fuerzas del orden, no tienen por qué sacrificar
a sus miembros y dejarlos matar, de las turbamultas que, tienen como objetivo
crear: El caos, la desolación y la muerte, para darle gusto a los organizadores
del desorden.
Me parece sensato decir como punto final:
En Colombia muchas cosas andan mal y los gobernantes nunca se han
preocupado por el pueblo; se necesita protestar pacíficamente, como lo están
haciendo los ciudadanos de bien; pero tenemos que rechazar todo tipo de
violencia, que se involucra en las manifestaciones pacíficas.
La conclusión es obvia:
Las fuerzas armadas colombianas, deben seguir persiguiendo a capa y
espada, a todos los violentos que se infiltran en las marchas, así se opongan:
Petro, Maduro, Cuba, los senadores demócratas de los Estados Unidos y todos
aquellos, que creen en las artimañas de los maliciosos, para acabar, con
nuestra rancia democracia, a la cual yo pongo en duda desde hace mucho tiempo.
Sopetrán, mayo 16 del 2021.
Darío Sevillano Álvarez.
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