El templo parroquial de Nuestra Señora, es sin lugar a dudas, la mejor joya arquitectónica que tenemos en Sopetrán, pero casi ningún escritor se ha atrevido a hablar de las bellezas que el arte concibió en sus parámetros; por esta razón me permito publicar este artículo, que puede ilustrar a propios y extraños, en tan importante legado cultural.
De los templos que hay en Colombia, dos o tres tienen parecidos con el nuestro, y aunque hay verdaderas joyas de arquitectura, a lo largo y ancho del país, los demás, quedarían catalogados en rangos muy bajitos, respecto a la imaginación con que los constructores concibieron el hermoso templo que poseemos.
Se les fue la mano en la decoración y en la belleza.
La única lástima es que a los Párrocos anteriores al Padre Rogelio Rodríguez, se les metió en la cabeza que eran arquitectos y lo han sometido a unas reformas de mala calidad, sin ningún conocimiento de esta preciosa ciencia y todo lo que han logrado son unas revolturas de pésimo gusto, que solo deslustran la vieja construcción, diseñada por el Gobernador Arquitecto:
Don Juan Buesso de Valdés.
Recordemos que su construcción fue iniciada en el año de 1678; la primera parte, hasta el remate triangular que hay debajo del reloj, fue terminada en el año 1800; que las torres y el sofito del reloj, fueron terminadas el 22 de noviembre de 1882 y que su atrio, fue construido entre las décadas de los años treinta y cuarenta, en pleno siglo XX.
En la fotografía se aprecia el conjunto de construcciones que tienen que ver con la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Sopetrán, el templo, su atrio y la casa parroquial, como ahora se la dice.
Es un pesar que personas inescrupulosas, le hayan solicitado al Párroco de turno, que quitara del atrio, la imagen de Nuestra Señora, obra del escultor Sopetranero:
Don Alfonso Góez González, imagen que media tres metros de altura y que tutelaba al pueblo y sus pobladores; todo porque la Virgen estaba estorbando, para poner las orquestas en las ferias de las frutas, y así el espacio para bailar, quedaba más amplio.
Recuerden que ese mismo año empezaron nuestras angustias de orden público y hasta el sol de hoy, nadie ha podido con ese problema.
Veamos aunque sea un óleo del templo, con su virgen a bordo.
Pero la propuesta de los atrevidos, tuvo una recompensa para el Padre Nolasco Múnera del Río:
Le regalaron la cerámica para tapar el viejo piso, que estaba intacto y que correspondía al diseño del atrio.
“Así son las cosas, cuando son del alma”.
Analicemos el estilo del frontispicio a vuelo de pájaro:
Son prácticamente tres altares, el primero empieza en el piso y va hasta el remate triangular que hay sobre el juego de columnas.
En este altar todos los elementos son de arte romano simple o toscano como también se le dice.
Hay un elemento de arte dórico, en los frisos de la parte alta de las columnas, tres canales profundos, a los que llamamos triglifos.
Pero recordemos que el Toscano, es una simplificación del Dórico.
El segundo altar empieza sobre el entablamento del primero y llega hasta donde comienzan las torres, en él, hay dos nichos laterales que albergan las imágenes de San Roque y San Nicolás de Bari, cada una de ellas en tres metros de altura y el sofito del reloj, que es de romano simple, con dos volutas o enroscamientos laterales y coronados por dos acroteras(los piloncitos).
Este ornamento se acostumbraba mucho en las casas de las grandes familias y en los templos de Grecia y Roma.
El tercer altar, está compuesto por las torres de dos puertas delanteras y traseras y una por cada lado.
En las torres, se ven muy a las claras, las influencias del orden arquitectónico: neo-clasico, que a parteir del año 1800 empezó a mostrar todo su furor en las obras de arquitectura, en Colombia.
Los capiteles de estas columnas, son totalmente diferentes a las seis del primer altar, porque están involucrados los ordenes: Corintio y Jónico, que son los componentes del Romano compuesto.
En las columnas de los tres altares, se aplicaron las normas clásicas de un neto o cubo, una serie de molduras, como:
Escocías y esgucios; un fuste de ocho metros, una cornisa con molduras; un friso y un entablamento, con su respectivo cimacio.
Ahora, podemos hablar del interior, que es espectacular:
Al entrar por la puerta central, dominamos la columnata y la arquería, que engrandecen la obra, con su elegancia y su altura.
Siete columnas y seis arcos a cada lado, en donde hubo dominio del arte y belleza.
Recordemos que nuestro templo, no tiene una sola varilla y que todo se sostiene, por las reglas de plomo y nivel, y las famosas trabas, de madera incrustada, que aplicaron a cada elemento.
Es bueno anotar, que los cachivaches de oro que tienen los arcos y columnas, fueron agregados y pertenecen al orden arquitectónico romano compuesto, el nombre de estas piezas, es hojas de acanto y se las colocaron dizque para “embellecerlo”. ¡Vaya belleza!
Miremos pues la majestuosidad de esta parte y en la foto siguiente, apreciemos lo mismo con un enfoque contrario:
En la siguiente, aunque sea de contraluz veamos el espectáculo:
Al fondo de ésta fotografía se ven el coro y el lugar en donde está el reloj, una joya traída en 1891.
En esta fotografía, transportados, casi al cielo, observemos con cuidado, las siguientes cosas:
Aunque el mosaico del piso, es precioso, hubiera sido mejor dejar el templo con sus bloques de ladrillo cocido, como corresponde a una construcción de la época de la colonia; a pesar de que el cielo raso es de latón en alto relieve, tampoco se ajusta a la arquitectura del lugar y hubiera sido más lógico dejarlo como lucía, con su sistema de cerchas, de ocho por ocho, que le daban la dimensión de edificio colonial.
Si opino así, es porque el edificio lució esas galas hasta el año de 1940, cuando un sacerdote de buena voluntad, quiso mejorarlo.
Tampoco hubiera desmontado la baranda que separaba el presbiterio de las naves, a la que llamábamos comulgatorio, porque era parte integral del orden arquitectónico.
Antes de entrar a analizar los elementos del orden, hagamos la última crítica, que lógicamente es constructiva:
No veo la razón, para que hubieran sacado a San José del nicho central alto, en el altar mayor y lo colocaron al pie de una puerta lateral, montada en una banqueta, por dos razones:
Es el Titular de la Iglesia y porque tres imágenes de nuestra señora en el mismo altar, quedan como una exposición de esculturas.
Es bueno que queramos a Nuestra Señora y Yo la quiero, pero es extravagante, exhibir en el mismo altar, tres imágenes de ella.
Recordemos que San José, también tiene su rango y su imagen fue tallada en madera a finales del siglo XIX.
Los elementos del orden arquitectónico son:
El conjunto está formado, por tres altares, el más bajo que no se aprecia en la fotografía, pero es tallado en madera y pertenece al orden Romano compuesto, con sus respectivos ornamentos:
Hojas de acanto, fustes estriados, collarín en los fustes y todas las minucias que este orden requiere.
El respaldo del altar, está decorado con el cordero montado en el libro con los siete sellos y unos ramos de rosas muy utilizados por los talladores, de la época.
El segundo altar, que después del Concilio Vaticano II, fuera el altar del Cristo, imagen tallada en madera y muy recordada por los Sopetraneros; empieza por detrás del viejo altar del santísimo y termina en el cimacio que hay debajo del altar en donde hoy está Nuestra Señora de la Asunción, está configurado por seis cubos, de los cuales, cuatro se pueden ver y los dos centrales, están detrás del altar de madera, seis fustes, seis arquitrabes, seis frisos, seis entablamentos y tres nichos.
Los capiteles están adornados con unas volutas, que recuerdan los viejos templos Griegos, esos son los que se parecen a unos patines, encima de los capiteles.
En éste altar los constructores derrocharon, belleza y esplendor, pues los ornamentos son:
Escocias, esgucios, talones, boceles, listeles; menudencias finas, que muestran la sabiduría de quienes lo concibieron.
Los frisos sobre los nichos, fueron ornamentados con arabescos y almocárabes, dos figuras importantes de la influencia Morisca y los que hay sobre los capiteles, fueron decorados con ramos de rosas, figura que se utilizaba mucho en los altares.
El tercer altar, es el que ocupa nuestra señora de la Asunción y está conformado por:
Cuatro cubos pequeños, cuatro fustes, cuatro arquitrabes, cuatro frisos, cuatro entablamentos, un nicho, un remate triangular, presidido por una cruz latina y dos volutas o enroscamientos, que le dan gracia y solemnidad al conjunto y en la parte alta de las volutas, dos acroteras, en forma de abanico, que completan el mágico toque arquitectónico.
El friso central sobre el nicho, también está adornado con unos arabescos.
El enfoque de este juego de altares, lo hace un arco o archivolta, que le da profundidad al conjunto.
Pasemos a los altares laterales, que en medio de la simplicidad, muestran los conocimientos de los constructores:
Este es el altar del lado izquierdo o de la epístola, como se le decía en otros tiempos; aquí estuvo el Corazón de Jesús, siglo y medio y ahora fue convertido en altar del santísimo, modalidad muy nueva, para que la Divina Majestad, no sea molestada con las funciones del culto.
Es una composición de tres altares, concebidos en arte romano toscano, con columnas planas y capiteles de flores de Lis, un ornamento que es propio del arte Gótico.
Aparece una novedad, para sostener el tercer altar y la conocemos en arquitectura, con el nombre de ménsulas, palabra latina que traduce mesa o sostén.
El primer altar, es el que sostiene a los ángeles, es muy sencillo y es de ladrillo cocido.
El segundo altar, es el que alberga el sagrario y tiene dos columnas planas, un nicho, cuatro capiteles y en el friso central, están incrustadas las cuatro ménsulas que sostienen el tercer altar.
La composición presenta un espectáculo arquitectónico precioso:
El segundo altar tiene un remate triangular, que es interrumpido por el nicho del tercer altar; este recurso es utilizado por diseñadores de mucho calibre.
El tercer altar, que en su nicho alberga la imagen de Santa Rita de Casia, tiene dos columnas grandes con capiteles y en el borde del nicho, dos pequeñas columnas, que embellecen la composición.
El conjunto termina, con un remate redondo coronado por una cruz latina y el friso del remate, tiene una aplicación, del corazón de Jesús.
En los entablamentos, se colocaron pequeñas hojas de acanto, que aunque son de arte romano compuesto, lucen con elegancia.
El segundo altar inicia en forma de espadaña angular y el tercero lo hace como una espadaña redondeada.
Apreciemos el otro altar lateral, que alberga la imagen de Nuestra Señora La Inmaculada Concepción, talla de madera, en tamaño colosal, de finales del siglo XIX.
En el nicho del tercer altar, está la imagen de Santa Mónica.
El primer altar de éste lado derecho o del evangelio, es tallado en madera y tanto el corazón de este como el del friso del remate, son una representación del Corazón de María.
Analicemos algunos gráficos que son de mucha importancia, para conocer mejor nuestro templo:
Esta es la fachada del templo o frontispicio, como también se le dice en arquitectura y miremos algunos daños que le han causado los párrocos:
Las tres claraboyas que albergan los arcos del primer altar, que eran de arte romano simple, fueron remplazadas por tres rosetones de arte gótico; las puertas de las torres, que se debieran tener abiertas, fueron tapadas y quedaron como unos escaparates, todo para prevenir la acción de los murciélagos y el monumento de la Virgen, escultura de tres metros, que adornaba el atrio, fue mandada a recoger y en la desmontada, la volvieron pedazos.
Que pesar que las grandes esculturas con que amoblamos el espacio público, sean maltrataremos de esa manera tan cruel.
Observemos ahora, como es el plano interno de nuestra joya.
En la planta externa, no se han hecho reformas, pero se aprecia a simple vista, que para que la nueva casa parroquial, tuviera un buen frente, no les importó sacrificar, un pedazo del atrio, que después convirtieron en antesala del nuevo edificio.
Como comentario final veamos una de las maravillas de la arquitectura colonial, a nivel del aire acondicionado, en forma natural:
Por los ventanales que son muy amplios, entra el aire puro, para abastecer de oxigeno a los dos mil espectadores y después de servir para la oxigenación de los asistentes a las funciones del culto, es evacuado por las ranuras que hay en las tribunas o balcones del altar del medio.
No podíamos olvidar éste rincón que para la Iglesia católica, es tan representativo, porque aquí se matricularon, por espacio de dos siglos, aquellos niños, que sin ser consultados, ingresaban a la fila de los creyentes.
El bautisterio o lugar en donde nos bautizaron, es una joya olvidada, pues hasta la pila bautismal fue llevada a la casa de la cultura, no sabemos por cual razón, porque en ella se hicieron las matrículas en la fe por espacio de doscientos años.
Es importante decir que en la actualidad, esta pileta, fue recuperada y volvió a ocupar su viejo espacio.
En la actualidad, se venera la imagen de nuestra señora de la Piedad, de Leonardo D· Vinci.
Vale la pena decir que los ornamentos que luce el bautisterio encima del domo y en los dos remates de las columnas, fueron tallados en madera por mi Padre: Jesús Sevillano Mejía.
Es importante contar que el templo tuvo un órgano tubular, importado de Francia y el Sacerdote Nolasco Múnera del Río, un Párroco muy corto de ideas, ordenó que lo guardaran en la sacristía derecha, como no cabía, dijo corten lo que sobre y serrucharon el teclado.
Como muestra final del templo, veamos el altar que antiguamente era del santísimo y que pertenece al orden Romano Compuesto.
Espero que todos los ciudadanos de Sopetrán y aquellos forasteros que gozan, apreciando las bellezas de la arquitectura, se deleiten leyendo este artículo, que nadie se había atrevido a escribir, porque esta ciencia, tiene un vocabulario muy raro y extenso y a los escritores, les da pereza, manejarlo.
Sopetrán, Agosto 24 del 2017.
Darío Sevillano Álvarez.
Sopetrán, Agosto 24 del 2017.
Darío Sevillano Álvarez.
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