domingo, 25 de abril de 2021

¿ Cómo apareció el idioma español en el planeta?

 

¿Cómo y cuándo nació, nuestro precioso idioma español?

Los lingüistas no saben con certeza cómo surgió el lenguaje humano.

Pero sí han explicado que los idiomas se empezaron a diferenciar cuando las poblaciones se separaban.

Recordemos el famoso relato de la biblia, con la construcción de la torre de Babel

El hecho de vivir en lugares aislados, con diferente clima, animales, vegetación y diferentes vecinos, hizo que a partir de pequeñas variaciones de dialecto se crearan idiomas completamente diferentes.


Hace mil años, en el monasterio de San Millán de la Cogolla, en España, un monje escribió en un texto las primeras palabras en español.

Hay más de 5.000 idiomas y dialectos en el mundo.

Algunos pertenecen a la familia de las lenguas indoeuropeas, romances, germánicas, latinas, eslavas; otros a las semíticas, sino-tibetanas, mayas o aztecas.

Algunos de ellos tienen más de cinco vocales y hasta consonantes “impronunciables” o desconocidas para un hablante occidental.

Otros se escriben en alfabeto latino, tamil, coreano, hebreo; en cirílico, como el ruso, ucranio, bielorruso, serbio y el búlgaro; en ideogramas, como el chino, el japonés, el coreano, el vietnamita. 

Unos más ni siquiera tienen alfabeto, o están en proceso de tenerlo, como los dialectos bolivianos: More, tsimane, movima, araona, cavineño y ayoreo…

Inclusive, hay lenguas “artificiales”, como el esperanto, creado por el doctor Lázaro Zamenhof.

 Y hay otras, como el klingon, una “lengua” artística creada por Marc Okrand para los estudios Paramount Pictures, como “idioma vernáculo” de la raza klingon en el universo de Guerra de las Galaxias.

Hay otros, como el sánscrito, de los que ni siquiera ya quedan vestigios, pero que es algo así como el “papá” de todas las lenguas del mundo: 

El idioma primigenio de los seres humanos.

Sin embargo, entre todos ellos, hay un idioma particular, que empezó su trasegar en la historia hace más de mil años, cuando las legiones romanas abandonaron la península a la que los fenicios denominaron “spanhia”, o tierra de conejos, y que luego fue invadida por visigodos y por árabes, venidos desde muy lejos, desde Siria, al mando del general Jebel el Táriq ibn Ziyad, cuyo nombre dio origen al peñón que separa Europa de África –allí por donde ingresó con sus tropas musulmanas- y que se trastocó en Gibraltar…

Es el idioma español, o si lo prefieren, castellano, que fue el primer nombre que nuestro idioma tuvo a través de los siglos, al que se rinde homenaje hoy; lengua en que se comunican casi 450 millones de personas y está entre las cuatro más habladas en el mundo, después del chino mandarín, el inglés y el hindi.

En Colombia se celebra desde 1938 y fue instituido por el decreto 707 del 23 de abril de ese año en homenaje a Miguel de Cervantes Saavedra, el inmortal autor de El Quijote.

Sobre el origen del español concurren varias teorías.

La más aceptada afirma que desciende de un proceso de depuración por el cual diversos dialectos se fueron modificando al influjo del latín y de los invasores romanos, visigodos y árabes.

Lo cierto es que hace mil años, en el monasterio de San Millán de la Cogolla, en el antiguo reino de Navarra, un monje copista hizo sus propias anotaciones en el texto de una homilía en latín, que –al cabo del tiempo, a principios del siglo XX- don Ramón Menéndez Pidal identificó como las primeras palabras del romance castellano, y conocidas como las Glosas Emilianenses.

En sus primeros años, aquel romance se enriqueció con vocablos germánicos, que legaron palabras del ámbito militar como: Guerra y tregua; con vocablos árabes, como: Alcahuete y ojalá (quiera Dios); italianos, como: Escopeta y piano; francesas, como: Broche, asamblea y taburete.

Sin embargo, fue en América donde este idioma encontró la horma de su zapato.

Tan pronto echó pie a tierra con la espada y con la cruz a cuestas, enfrentó el asedio de las lenguas: Taínas, aymará, maya, quechua y guaraní.

Cuando Cristóbal Colón retornó a España, llevó en su baúl no sólo joyas y tesoros inimaginados; también cargó las dos primeras palabras americanas que entraron por la puerta grande al castellano: Canoa y hamaca, y detrás vendrían vocablos como: Tomate, chocolate, aguacate, guayaba y huracán, la primera palabra americana incorporada al Diccionario de la Lengua Española.

La conquista fue traumática.

Pero en el orden lingüístico dejó el saldo de la palabra.

 

“Por donde pasaban, quedaba arrasada la tierra —diría de los conquistadores Pablo Neruda, en su antológico libro Confieso que he vivido—.

 Pero a los bárbaros se les caían de las botas, de las barbas, de los yelmos, de las herraduras, como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandecientes.

 ¿Salimos perdiendo? ¿Salimos ganando?

Se llevaron el oro y nos dejaron el oro del idioma.

Se llevaron nuestras riquezas y nos dejaron el don de la palabra, con un idioma de muchas proporciones culturales, que es uno de los más importantes del planeta; aunque acabaron con nuestros idiomas aborígenes.

El idioma español (también llamado castellano, hasta los años setenta) es una lengua romance del grupo ibérico.

Es uno de los seis idiomas oficiales de la Organización de las Naciones Unidas.

El español es la tercera lengua más hablada del mundo por el número de hablantes que la tienen como lengua materna (tras el chino mandarín y el inglés). 

Lo hablan como primera y segunda lengua entre 450 y 500 millones de personas.

Es el tercer idioma más hablado contando a los que lo hablan como primera o segunda lengua, por detrás del chino mandarín y del inglés.

El español, como el resto de lenguas romances, es la continuación moderna del latín hablado (denominado latín vulgar o latín culina, que traduce: Cocina), desde el siglo III a. C. y que, tras la desmembración del Imperio Romano, fue divergiendo entre las distintas provincias del antiguo Imperio, dando lugar mediante una lenta evolución a las distintas lenguas neolatinas.

Merced a su propagación por América, el español es la lengua, neolatina que ha logrado la mayor difusión.

Por otro lado, como lengua extranjera, el español es el segundo idioma más estudiado en el mundo tras el inglés, con al menos 14 millones de estudiantes, si bien otras fuentes indican que se superan los 46 millones de estudiantes distribuidos en 90 países.

De acuerdo con el Diccionario normativo de la Real Academia Española, los nombres español y castellano son sinónimos y ambos aceptables, criterio que también recoge el Diccionario panhispánico de dudas, aprobado por las 22 academias de la lengua española con carácter normativo.

La Asociación de Academias de la Lengua Española, que agrupa a las academias del español de todos los países hispanohablantes, considera superada la polémica sobre qué denominación es más apropiada y, aceptando la validez normativa de ambas, recomiendan no obstante la denominación de idioma español por ser la utilizada generalmente en otros idiomas nacionales.

Pero las personas que hemos tenido el lujo de aprender los dos tipos de idiomas: El Castellano y el español, sabemos que hay diferencias notables, entre los dos, si así lo escribo, es porque el Quijote de la mancha, escrito en castellano y el que se escribió en nuestro actual idioma, tienen muchas diferencias y algunas personas que no estudiaron el castellano, no entienden el contexto de la obra y les parece una obra aburridora.

En el momento actual de la civilización del planeta, se están configurando una cantidad de términos, que no pertenecen al idioma español, y que, con absoluta seguridad, van a dar origen a unas nuevas lenguas, que la humanidad tendrá que saber manejar, para poder entender la modernización de nuestro entorno a nivel de: Tecnología e informática.

A propósito de la letra eñe que tiene la palabra español, es bueno hacer unas aclaraciones:

La ñ no entró en el diccionario de la Real Academia Española hasta 1803.

Pero el origen de esta letra, genuinamente española, se remonta casi 1.000 años atrás.

 La eñe no existió hasta la Edad Media.

Para conocer cómo surgió esta icónica letra hay que retroceder a la Edad Media.

En latín, ni la letra ni el sonido correspondiente a la eñe existían.

Pero a medida que el latín evolucionó y empezaron a surgir las lenguas románicas, como el castellano, el francés o el italiano, apareció este sonido nasal (el aire sale por la nariz) palatal (al pronunciarlo el dorso de la lengua se apoya contra el paladar) que identificamos como “eñe”.

Al no existir en el alfabeto latino, los escribas tuvieron que inventar formas de reproducir ese sonido en los textos de las lenguas romance.

Así, desde el siglo IX, los copistas empezaron a transcribir el sonido de la eñe de tres formas diferentes:

“En un mismo texto podíamos encontrar las tres variaciones fonéticas de la eñe, según la procedencia del copista.

No había una norma generalizada”, le dice José J. Gómez Asencio, catedrático de la lengua española en la Universidad de Salamanca, a BBC Mundo.

Los escribas que optaban por usar la doble ene (o ene geminada) empezaron a abreviar esta forma, dejando una sola ene y poniendo una vírgula encima (el sombrerito tan característico de la ñ).

“Esto fue una solución para ahorrar pergamino y facilitar el duro trabajo de los monjes escribanos.

Es por eso que el uso de abreviaturas era muy común en la época”, recalca Gómez Asencio.

Esto fue así hasta que, en el siglo XIII, la reforma ortográfica del rey Alfonso X el Sabio, que buscaba establecer las primeras normas del castellano, se decantó por la ñ como la opción preferente para reproducir ese sonido.

Durante el siglo XIV la eñe se extendió en su uso y Antonio de Nebrija la incluyó en la gramática de 1492, la primera que tuvo el idioma castellano.

Sopetrán, abril 25 del 2021.

Darío Sevillano Álvarez.

















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