La Santísima Trinidad es
la base de nuestras creencias.
Todavía recuerdo las ideas
del catecismo de Padre Astete, que nos enseñaban en la escuela primaria y que a
veces, nos hacían creer que, eran siete dioses, porque el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo, eran dioses; había tres personas distintas, y había un solo
Dios verdadero.
Esas hermosas enseñanzas,
eran las que estaban fundamentando nuestra preciosa religión católica que, al
final de nuestros días, profesamos con profundo respeto, confiados en las
alegrías de la eternidad.
La Santísima trinidad, es
el dogma central de nuestra religión, que define cómo es la naturaleza divina
de nuestro Dios.
La esencia de este
misterio es que, Dios es un ser único, conformado por tres personas distintas, verdad
que conocemos con el nombre de: Hipóstasis.
La palabra hipóstasis traduce:
Ser de un modo verdadero.
Esta palabra en su etimología, viene del latín tardío
«hypostăsis» y a su vez del griego «υποστασις» (hypostasis).
Esta es más o menos la
evolución de la historia de este interesante dogma:
“En el año 215 d C., Tertuliano fue el primero en usar el término «Trinidad» (Trinitas).
Anteriormente, Teófilo de
Antioquia ya había usado la palabra griega τριάς trias (tríada)
en su obra A Autólico (c. 180) para referirse a Dios, su
Verbo (Logos) y su Sabiduría (Sophia).
Tertuliano, en uno de sus
escritos polémicos dirigidos contra Práxas un seguidor de la doctrina cristiana
conocida como monarquianismo Adversus Praxeam II, diría que «los
tres son uno, por el hecho de que los tres proceden de uno, por unidad de
substancia».
La fórmula fue adquiriendo
forma con el paso de los años y no fue establecida definitivamente hasta el
siglo IV:
La definición del concilio
de Nicea (325), sostenida desde entonces con mínimos cambios, por las
principales denominaciones cristianas, fue la de afirmar que el Hijo era
consustancial (ὁμοούσιον, homousion, literalmente ‘de la misma
sustancia’) al Padre.
Esta fórmula fue
cuestionada y la Iglesia pasó por una generación de debates y conflictos hasta
que la «fe de Nicea» fue reafirmada en Constantinopla.
En el primer concilio de Nicea (325) toda la atención se concentró en la
relación entre el Padre y el Hijo, en el cual fue redactado el credo Niceno incluso
mediante el rechazo de algunas frases típicas arrianas mediante algunos anatemas anexados al credo; sin hacer ninguna
afirmación similar, acerca del Espíritu Santo.
Creemos en un solo Dios, Padre todopoderoso,
creador de todas las cosas visibles e invisibles; y en un solo Señor
Jesucristo, el Hijo de Dios; unigénito nacido del Padre, es decir, de la
sustancia del Padre; Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios
verdadero; engendrado, no creado; de la misma naturaleza del Padre; por quien
todo fue hecho: tanto lo que hay en el cielo como en la tierra; que por
nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó y se encarnó, se hizo
hombre, padeció y resucitó al tercer día, (y) subió a los cielos, vendrá a
juzgar a vivos y muertos; y [creemos] en el Espíritu Santo. Y a los que dicen:
hubo un tiempo en que no existió [el Hijo]; antes de ser engendrado no existió;
fue hecho de la nada o de otra hipóstasis o naturaleza, pretendiendo que el
Hijo de Dios es creado y sujeto de cambio y alteración, a éstos los anatematiza
la santa Iglesia católica apostólica.
Pero, en el primer concilio de Constantinopla (381) se indicó que el Espíritu Santo es adorado y glorificado junto con Padre y el Hijo (συμπροσκυνούμενον καὶ συνδοξαζόμενον), sugiriendo que era también consustancial a ellos redactando así, el credo Niceno-Constantinopolitano.
Creemos en un solo Dios, Padre todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible; y en un
solo Señor, Jesucristo, el unigénito de Dios, nacido del Padre antes de todos
los siglos, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero; engendrado, no
creado, consustancial con el Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros
los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo y se encarnó por obra del
Espíritu Santo y de María la Virgen y se hizo hombre; por nuestra causa fue
crucificado en tiempo de Poncio Pilato y padeció y fue sepultado, y resucitó al
tercer día según las Escrituras y subió al cielo; y está sentado a la derecha
del Padre; y de nuevo vendrá con gloria, para juzgar a vivos y muertos, y su
reino no tendrá fin. Y en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede
del Padre; que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, que
habló por los profetas.
En una Iglesia santa, católica y apostólica.
Confesamos un solo bautismo para la remisión de los pecados. Esperamos la
resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén.
Credo Niceno-Constantinopolitano.
Esta doctrina fue
posteriormente ratificada por el concilio de Calcedonia (451), sin alterar la sustancia de la
doctrina aprobada en Nicea.
A fines del siglo VI,
algunas iglesias de habla latina agregaron las palabras "y del Hijo"
(Filioque) en la descripción de la procesión del Espíritu Santo, ya que las
palabras no fueron incluidas en el texto del credo ni por el Concilio de Nicea,
ni por el de Constantinopla.
Esto se incorporó a la práctica litúrgica de
Roma en 1014.
Con el tiempo, la cláusula filioque, se convirtió en una de las principales causas del cisma de oriente y occidente en 1054 y en los fracasos de los repetidos
intentos de unión.
Según el XI concilio de Toledo (675) el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo,
son iguales en cuanto a su naturaleza o sustancia, más son distintas en cuanto
a la distinción de personas:
Porque cuando decimos: El
que es el Padre no es el Hijo, nos referimos a la distinción de personas, pero
cuando decimos: el Padre es lo que el Hijo es; el Hijo, lo que es el Padre; y
el Espíritu Santo lo que es el Padre y el Hijo, esto se refiere claramente a la
naturaleza o sustancia.
El IV concilio de Letrán (1215) agrega:
En Dios solo hay una
Trinidad, ya que cada una de las tres personas es esa realidad, es decir,
sustancia, esencia o naturaleza divina.
Esta realidad no engendra
ni se origina; el Padre engendra, el Hijo es engendrado y el Espíritu Santo
procede.
Por lo tanto, hay una
distinción de personas, pero una unidad de naturaleza.
Aunque, por lo tanto, el
Padre es una persona, el Hijo otra persona y el Espíritu Santo otra persona, no
son realidades diferentes, sino que lo que es el Padre, es el Hijo y el
Espíritu Santo, todos iguales, por lo tanto, según la fe ortodoxa y católica,
se cree que son.
En la Biblia se encuentran alusiones tanto al Padre como
al Hijo y al Espíritu Santo, que se han presentado como menciones implícitas de
la naturaleza de Dios.
Hay diversas citas del antiguo testamento en las que aparecen referencias a Dios en
plural.
La fórmula trinitaria
aparece en el bautismo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo
(Mateo 28:19)
El apóstol Pablo cerró una
de sus epístolas diciendo: «La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y
la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros» (2 Co 13:14).
La Primera epístola de Juan afirma: «Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno».(Juan 5,7).
Fuera de los libros considerados canónicos, la fórmula trinitaria está presente en la Diaché, documento cristiano datado del siglo I por la mayoría de los estudiosos contemporáneos: «Os bautizaréis en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, en agua viva (corriente).
Pero si no tienes agua
corriente, entonces bautízate en otra agua […].
Pero si no tienes ni una
ni otra, entonces derrama agua sobre la cabeza tres veces en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Did 7,1-3).
Además de la polémica
sobre la naturaleza de Jesús —si era humana, divina, o ambas a la vez—, de su
origen —si eterno o temporal— y de cuestiones similares relativas al Espíritu
Santo, el problema central del dogma trinitario es justificar la división entre
“sustancia” única y triple “personalidad”.
La mayoría de las iglesias
protestantes, así como las ortodoxas y la Iglesia católica, sostienen que se
trata de un misterio inaccesible para la inteligencia humana”.
El eterno problema de los
humanos, es que sus mentes no están capacitadas, para descifrar los misterios
de las religiones.
Recuerdo algo que me contaba mi Madre, cuando la interrogaba acerca de la Santísima trinidad:
Que San Agustín, uno de
los doctores de la Iglesia Católica, estaba meditando, sobre el misterio de la
Santísima trinidad, en las orillas del mar y vio a un niño que llenaba, con el
agua del mar, un pequeño hoyo que había hecho en la playa, para llevar todas sus
aguas a él; el santo le dijo: Eso es imposible y el niño le respondió:
Es más fácil que pase toda
el agua del mar por este hueco; que usted pueda interpretar, el misterio de la
Santísima Trinidad.
Lo que mi Madre, quería
enseñarme, era que los misterios o dogmas de la iglesia, no se pueden entender
fácilmente y me agregó:
Mira lo que dice el catecismo de Astete en la
conclusión de la primera parte.
¿Qué cosas son estas?
Eso no me lo preguntéis a
mí, yo soy ignorante, doctores tiene la Santa Madre Iglesia que sabrán
responderlo, pues a nosotros basta dar cuenta de las verdades de la fe y creer
lo demás como lo enseña la Iglesia.
Hay un gráfico que siempre
lo han mostrado para enseñarnos lo que es la santísima trinidad, se los voy a
mostrar, para que vean que eso era lo que nos enseñaban cuando estábamos en los
establecimientos de educación; este gráfico resume, toda la teoría teológica
que estoy enseñando en mi escrito.
Esta cita de uno de los
santos de la iglesia, me parece importante, para complementar lo que estoy
escribiendo:
“La fe católica quiere que adoremos la Trinidad en la unidad y la unidad en la Trinidad, sin confundir a las personas y sin separar la substancia divina”. San Atanasio de Alejandría (296-373 d.C.)
La palabra tres se deriva del latín: trinum y es el primer número impar, puesto que se compone de la unión de tres unidades.
Históricamente sabemos que,
entre los primeros pobladores del planeta, el tres era el más sagrado de los
números, a pesar de ser una figura aritmética.
El filósofo griego Platón lo
consideraba como la imagen del Ser Supremo en sus tres personalidades: La parte
material, la espiritual y la intelectual.
Y el también filósofo griego
Aristóteles, sostenía que el tres contiene al principio, al medio y al fin, lo
cual para él era el símbolo de la perfecta armonía.
En las mitologías: Griega y
romana se consideraba al número tres como el principal atributo de seres
legendarios como, por ejemplo: Que el rayo de Jove o Tritón era tridente; que
el astro rey tenía tres nombres: Sol, Apolo y Líber; que al satélite nocturno
se le designaba de tres maneras: Luna, Diana y Hécate; así como también que
había tres furias; las tres Parcas o personificaciones del destino; que
influían en el ánimo de los humanos.
De la misma manera los
druidas, sacerdotes celtas del siglo VI a.C., consideraban al número tres como
de gran influjo dentro de sus prácticas sagradas.
Y los mitras, practicantes de
una religión de origen persa adoptada por los romanos en el año 62 a.C.,
suponían que el Empíreo, el más alto de los cielos, una región de luz purísima
según la teología medieval, se sostenía por medio de tres inteligencias: Ormuz,
Mitra y Mitras.
Y así sucesivamente, a la
cifra tres se le ha venido atribuyendo un carácter místico a través de las
edades históricas.
Existen tríadas de dioses
desde la antigüedad histórica, posiblemente por el mencionado carácter místico
que algunas culturas han asignado al número tres.
Incluso en la India existe un
concepto parecido, la trimurti.
Siempre he
sido un enamorado de la Santísima Trinidad y por esa razón, ella es la patrona
de mi oratorio privado y el titular, es San José, al cual le tengo un gran
aprecio.
A continuación, les voy a mostrar algunos
aspectos de mi oratorio privado:
Este es el
altar mayor.
En este altar
están:
La Santísima
Trinidad como patrona y la acompañan:
La inmaculada
y el resucitado por la derecha y Santa Aba y San Judas Tadeo por la izquierda.
La base del
altar es una representación teológica del redentor, acompañado del libro de los
siete sellos apocalípticos y a los lados están los monogramas de Jesucristo y
nuestra señora.
En el altar de
encima, están.
San José, que
es el titular y lo acompañan:
San Roque y El
Corazón de Jesús.
El altar esta
rematado por una cruz latina y acompañado de dos juegos de volutas y dos
acróteras.
Este es el
altar derecho, copia de un retablo italiano.
La base es un
monograma de Jesucristo redentor, acompañado de las dos letras griegas: Alfa y
Omega.
En la parte
superior, está una representación de la escena de la muerte de Cristo,
acompañado de San Juan y Santa María Magdalena.
En el orden
inferior, están. San Antonio, San Juan Bautista y Nuestra Señora del Carmen.
En el
siguiente orden están: Nuestra Señora del perpetuo Socorro, Nuestra Señora de
las misericordias y Nuestra Señora de Sopetrán.
Y en el orden
inferior, están: San Francisco Javier, San Francisco de Padua y San francisco
de Asís.
Este es el
altar izquierdo, copia de un diseño de un altar de una familia Florentina.
En este altar
de la base está el Señor Caído.
En el segundo
altar están: Nuestra Señora de los dolores, acompañada por el Señor de la Cruz
a cuestas, en el lado derecho y por la izquierda, está San Pedro.
En el altar de
encima, están: El Santo Ecce Homo o la desnudes de Cristo, acompañado por los
arcángeles Rafael y Miguel.
Este es el
lugar en donde se venera la Santa Biblia que está acompañada por un misal
romano y un libro de la oración de los fieles.
El
reclinatorio, es de madera y tiene tallas encima y a los lados y sus dos
laterales son simulacros de ornamentos de arquitectura.
También
acompañan este lugar dos candelabros, con sus respectivas velas.
En la parte
alta se pueden ver algunas de las estaciones, imágenes me envió de regalo, Su
Santidad el Papa Juan Pablo II, que ahora es un Santo especial de nuestra
Iglesia; esas láminas me las envió como manifestación de amistad, por un libro
sobre Nuestra Señora de Sopetrán que escribí y se lo mandé con una religiosa
carmelita que vivía en Roma.
Los marcos de
las estaciones las hice, parecidas a las que tiene el templo parroquial de
Sopetrán.
En este
rincón, está el Niño Jesús, al que le tengo una devoción especial, por aquello
del: Acordaos.
También esta
un reloj, acompañando por San Pablo y los ángeles con el espacio para el agua
bendita; y las últimas cinco estaciones
Sopetrán, mayo
31 del 2021.
Darío
Sevillano Álvarez.
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