Lo que pensaba sobre el presidente Donald Trump, resultó certero.
“Periculosiores sum ánimae, quan corpori morbi”
Son más peligrosas las enfermedades del alma, que las del cuerpo.
Como buen analista político que he sido a lo largo de mis años, estuve muy pendiente del proceso electoral de los Estados Unidos, toda vez que esa nación, es como el hilo conductor de las naciones del mundo occidental.
La tierra se estremeció,
cuando después del conteo de votos, resulto ganador, aquel que muchos
ciudadanos de ese país y casi toda la tierra, no quería ver en el poder, por
sus fuertes comentarios electorales, porque cada que hablaba o tuiteaba, metía
la pata y no dejaba la forma de salirse del embrollo.
Dicen las malas
lenguas que el famoso Vladímir Putin, que se perpetuó
en el poder con sus jugadas politiqueras y que para nosotros los occidentales
es un narcisista a toda máquina, ayudó y
que hasta le hizo conejo al pueblo americano, para que Trump, ganara.
Esta afirmación no tiene nada raro de
que sea certera, porque los antioqueños que tenemos un refrán, para cada
oportunidad decimos:
“Los machos viejos, se buscan para rascarse”.
Pero volvamos a
lo de Trump que es lo que nos interesa:
Después de una
semana de presidir al pueblo americano, ha mostrado lo que verdaderamente es:
Un pobre Psicótico, que parece un niño de 12 años legislando para saciar sus
caprichos y tratando de defenderse de los fantasmas que su imaginación le
presenta, a cada instante.
Antes de entrar
en materia, miremos lo que dice la Psicología tradicional acerca de los que
sufren la enfermedad llamada: Psicosis.
"La psicosis ocurre cuando una persona pierde contacto con la realidad.
La persona puede:
Tener falsas creencias acerca de lo
que está sucediendo o de quién es (delirios).
Ver o escuchar cosas que no existen
(alucinaciones).
Se ha definido la psicosis como un
desorden mental grave, con o sin un daño orgánico, caracterizado por un
trastorno de la personalidad, la pérdida del contacto con la realidad y
causando el empeoramiento del funcionamiento social normal.
La mirada de Trump, dice muchas
cosas.
Con el objetivo de comprender en qué
consiste la experiencia psicótica, es útil clasificar por grupos algunos de los
síntomas más característicos.
Pensamientos confusos:
Los
pensamientos más comunes se vuelven confusos o dejan de guardar una relación
adecuada entre sí.
La expresión verbal puede resultar difícil de entender o
puede perder el sentido.
En algunos casos, el paciente puede tener problemas
para concentrarse, seguir el hilo de la conversación o recordar las cosas.
Los
pensamientos parecen acelerarse o volverse más lentos.
Creencias falsas:
Con
frecuencia, la persona afectada de un episodio psicótico tiene creencias
falsas, conocidas como delirios.
El grado de convencimiento es tan alto que
ningún razonamiento, por lógico que sea, es capaz de refutarlo.
Por ejemplo,
puede estar convencido de que la policía le está vigilando, simplemente por la
forma en que están aparcados los coches fuera de su casa.
Qué horror, su actitud, muestra ira
diabólica, contra todo y contra todos.
Alucinaciones:
Por efecto de la
psicosis, la persona puede ver, oír, sentir u oler cosas que en realidad no
están presentes.
De esta manera, puede escuchar voces que nadie más puede
escuchar, ver objetos inexistentes o percibir el olor o el sabor de los
alimentos alterados que le parece que están en mal estado o incluso
envenenados.
Cambios afectivos y de
percepción:
A veces, la forma de sentir de la persona cambia de repente,
sin que exista una causa aparente, haciendo que se sienta extraña y aislada del
mundo.
Son frecuentes los cambios bruscos en el estado de ánimo, pudiendo
sentirse muy excitada o, por el contrario, deprimida.
En ocasiones, parece que
las emociones pierdan intensidad, por lo que puede sentir menos que antes o
dejar de manifestar sus emociones a las personas que le rodean.
Esta es una mirada de desplante, contra
México.
Cambios de conducta: las personas
que padecen una psicosis presentan cambios en su conducta habitual.
En algunos
casos se vuelven extremadamente activas y en otros, les sobreviene un gran
letargo que les hace estar sin hacer nada durante todo el día.
Pueden reír en
momentos inoportunos o enfadarse sin motivo aparente.
Muchas veces, estos
cambios de conducta se relacionan con los síntomas que hemos mencionado
anteriormente.
Por ejemplo, si la persona cree que se encuentra en peligro
puede llamar a la policía, si piensa que es un profeta puede pasar el tiempo
predicando por la calle o puede dejar de comer si tiene miedo a que la comida
esté envenenada.
Los síntomas varían de una persona a
otra y en algunos casos, cambian con el tiempo”.
Su cara refleja el nerviosismo que lo
acompaña, porque cree que todos lo aborrecen y que todos son sus enemigos
potenciales.
De acuerdo con todo lo que aprendí de
Psicología, a lo largo de mis estudios y mientras estuve dirigiendo a 108
maestros y veintiséis comunidades educativas y cuando manejé una corporación
integrada por todos los gamines del pueblo de Sopetrán, diría que el presidente
Trump, al cual no aborrezco, sino que siento compasión por Él; está enfermo de
gravedad, y su actitud no es culposa, dada la razón de que la enfermedad que
padece, lo hace ver desagradable por sus conciudadanos y de todos los moradores de
la tierra.
Lo peor de esta actitud, es que si
sigue en el gobierno, en menos de seis meses, tendrá a todas las naciones de la
tierra peleando con los Estados Unidos y esta circunstancia es muy poco
agradable, porque podría desatar una guerra, que en: "Par patadas", nos pondría
a todos en apuros.
Hasta para sonreír, muestra la
angustia que hay en su interior.
¿Qué
se debe hacer para solucionar el problema?
No sería justo darle un golpe de
estado, porque no tiene la culpa de estar tan enfermo y además en una democracia tan especial como la de ese país, no es lo más recomendable.
Tampoco sería justo matarlo, porque
esa no es la solución adecuada y ninguno tiene el permiso para hacerlo.
Convencerlo con razonamientos, no
sería muy productivo, toda vez que el que tiene una enfermedad del alma, nunca
creerá tenerla, porque siempre argumentará: Que más locos están los que lo acusan
de tenerla.
Observen la nostalgia que se ve en su
rostro.
¿Entonces, no hay soluciones?
Claro que las hay y muy buenas y muy
diplomáticas:
Los grandes políticos de los estados
unidos; los integrantes de las altas cortes; los miembros de las cámaras: alta
y baja del congreso y las fuerzas armadas de este gran país, deberán tomar la
decisión de que lo vean especialistas en esa ciencia y que lo declaren impedido
para gobernar.
A mi modo de ver las cosas, al
presidente le va a costar mucho tiempo y muchos tratamientos, para volver a la normalidad.
Y será mejor como decimos los
antioqueños: “Ponerse colorado un instante y no quedarse pálidos para toda la
vida”
Escribo este archivo, después de que apareció
en los medios informativos un artículo de unos profesionales de los Estados Unidos,
en donde anuncian que el presidente Donald Trump, padece la enfermedad conocida
con el nombre de: Narcisismo maligno; porque me parecía que podía estar
equivocado en el dictamen que había concebido sobre ese importante hombre de la
política internacional.
Los relatos de la enfermedad, para ilustrar este artículo, fueron tomados de algunos portales de internet, muy bien calificados en esta materia y por eso aparecen entre comillas.
Los relatos de la enfermedad, para ilustrar este artículo, fueron tomados de algunos portales de internet, muy bien calificados en esta materia y por eso aparecen entre comillas.
Sopetrán, Febrero 1 del 2017.
Darío Sevillano Álvarez
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