jueves, 23 de marzo de 2017

El legado de un anciano.


El hombre se pasa ochenta años aprendiendo a vivir y cuando sabe hacerlo, está a punto de morir”.


Siempre hemos cantaleteado esta frase, que anuncia una cruel verdad, que nos caracteriza a todos los humanos y valga la pena decir, que no es del todo razonable, porque un aprendizaje tan largo, como el que hacemos, para manejar todas aquellas cosas que la vida nos presenta, con el fin de escaparnos, de muchos problemas y saber llevar con cierta malicia, todo tipo de vicisitudes y cuando creemos haber llegado a la meta, estamos cansados de vivir y casi: Ad portas, para emprender el viaje de la eternidad, que es bastante incierto y con muchas probabilidades de no saber a ciencia cierta que nos espera.


La única conclusión posible de este fastidioso dilema, es: Esa es la vida y tenemos que aceptarla, porque no tenemos el poder para cambiar esos parámetros.

Pero en mis setenta y siete años casi cumplidos, he aprendido tantas cosas, que quisiera dejar un legado, para todos aquellos que han sido mis seguidores en las redes sociales y en los dos blogger que he manejado.


La primera norma de vida es esta:

No permitas que las injusticias controlen tu vida y tu manera de ser.

Si se te presentan problemas, ten la certeza de que eres capaz de manejarlos; para lograrlo, aplica esta frase de los orientales:

“Cuando vayan mal las cosas, como a veces suelen ir; cuando tenga tu camino solo cuestas que subir; cuando tengas poco haber, pero mucho que pagar; es preciso sonreír, aun teniendo que llorar”.

Segunda norma:

Si hay una gran preocupación que se te presenta, trata de hacerla a un lado y sigue avanzando, pero con mucho cuidado, para saber manejar cualquier imprevisto.

Aplica aquello de que: 

Las penas que a mi me llegan pierden su tiempo llegando.

Recuerda un dicho popular muy importante que reza: “Sin prisa, pero sin pausa, las cosas van cambiando”.

Recuerda en estos casos, esta frase de la sabiduría de los orientales:

“Cuando ya el dolor te agobie y no puedas más sufrir; descansar es lo que debes, pero nunca desistir”.


Tercera norma:

No te dejes manipular por las dudas, porque algunas veces, entorpecen el cerebro y te hacen perder la razón.

Un tu actitud positiva debe estar la consigna: Siempre listos.

Para estas oportunidades debes saber lo que saben los orientales:

“Tras las nubes de las dudas, ya plateadas, ya sombrías; puede estar muy cerca el triunfo, no el fracaso que temías”.


Cuarta norma:

Busca siempre, poder coronar tus metas, y no permitas que nada, ni nadie te lo impidan.

Es importante recordar que a eso vinimos: 

A cumplir con un plan debidamente estructurado y si eso fracasa, se frustran todas nuestras esperanzas y nuestra meta colectiva en la historia.

Recordemos esta importantísima frase:

“Y no es dable a tu ignorancia, figurarse cuan cercano, puede estar el bien que anhelas y que juzgas tan lejano”.

Valdría la pena que conocieras esta otra frase:

“Cuando todo esté peor, más debemos insistir”.

Quinta norma:

No atesores mucho dinero, a costa de privaciones, porque los que lo van a recibir a la hora de tu muerte, como no saben los sacrificios que hiciste, para reunirlo, lo despilfarrarán sin medida.

Recuerda la canción: 

Cuando tú te mueras, de la Ronca de oro: Helenita Vargas.


Sexta norma:

No compres cosas, que no necesitas.

Recuerda que algunos de tus familiares o tus prójimos, necesitan muchas cosas, que no pueden comprar.

No te dejes convencer por el sofisma de distracción: 

Yo quiero tener esa cosa.

¿Si no la necesitas, para qué la compras?

Recuerda la norma del Evangelio que es supremamente sabia:

“Si tienes dos pares de sandalias, regálale un par a tu prójimo”.

Séptima norma:

No te compares con los demás; 

Tú no sabes cómo ha sido su viaje a través del tiempo.

Todos acostumbramos con mucha frecuencia a decir: 

Que tan bueno para fulano que tiene esa finca tan grande y tan bonita; pero ignoramos que ese fulano padece una enfermedad incurable.

Siempre debemos tener la actitud positiva de decir: 

Gracias ¡Oh Dios! Por todo lo que me has dado.

Octava norma:

No desees mal a nadie: 

Ni a tus amigos, ni a tus enemigos; porque lo que deseas, se devolverá contra ti o contra los que más quieres.

Muchas veces lanzamos maldiciones contra nuestros prójimos y casi siempre la vida nos muestra que esas palabras no les caen a ellos, sino que se devuelven y nos caen a nosotros y a las personas que más queremos.


Novena norma:

Nunca digas: 

No soy capaz de hacer esto o aquello.

Porque cuando antepones esta expresión a cualquier proyecto que vas a realizar, ya estás diciendo que todo va a salir mal.


Te puedo encimar este hermoso cartel, que dice muchas cosas:


Décima norma:

Cuida hasta donde sea posible a tus familiares y a tus amigos, porque cuando estés viejo, son las personas que más vas a necesitar.

En un escrito del periódico el Colombiano, me encontré esta reflexión:

“Muchas veces nos ahogamos en obligaciones y olvidamos a esas personas que han hecho tanto por nosotros. Esas personas que te han ayudado a ser quién eres hoy. Esta frase se explica por si sola. Es una reflexión que nos debemos todos cuando buscamos un equilibrio en nuestras vidas.

 ¿Es verdaderamente más importante tu trabajo que tu familia y amigos?”


Undécima norma:

Nunca es tarde para ser feliz y siempre será en un 100%, tu responsabilidad.

Muchas personas pierden su tiempo, esperando que otras personas, vengan a hacerlos felices, pero este es un mal pensamiento, porque nunca pasará.

La felicidad, es un estado que lo debes adquirir a base de muchos esfuerzos y si tú no la consigues, pierdes tu tiempo esperando que otros te la den.


Décima segunda norma:

Prepárate más de lo necesario para vivir y luego transita con tranquilidad por los caminos de la vida.

Nunca estaremos suficientemente preparados para manejar un evento que se nos pueda presentar y por esta razón hay que mantener listas las estrategias que manejaremos cuando algo ocurre de improviso.

Los imprevistos que más duelen son los que causan los problemas sentimentales con los seres queridos y hasta esos dolorosos episodios, se pueden superar, sin que la personalidad se moleste.


Décima tercera norma:

Debes estar en paz con tu pasado, de manera que no dañe tu presente.

Recordemos que los acontecimientos que han pasado, ya hacen parte de nuestra historia, pero no deben perjudicar nuestro presente o ser obstáculos para planear el futuro.


Última norma:

Perdona, pero no olvides.

“Perdona porque todos nos equivocamos pero no olvides porque esto significa que no has aprendido. 

De cada experiencia sea positiva o negativa debes aprender algo. Si alguien te hizo daño, debes recordar cómo llegaste a esta situación para que no vuelva a suceder”.

No es fácil olvidar lo que nos hacen nuestros prójimos, pero sabemos por las leyes evangélicas que es importante perdonar.

Personalmente, me cuesta mucha dificultad perdonar, si lo hago, nunca olvido lo que me hicieron.


Termino este escrito con algo bastante chistoso:


Para escribir este artículo me inspiré, en uno que había producido:


Sopetrán, Marzo 18 del 2017.


Darío Sevillano Álvarez.

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