La hermosa historia de la
festividad del Corpus Cristi o celebración del cuerpo de Cristo.
Tuve la fortuna de nacer
en una familia humilde, buena y de orientación católica y mi formación
religiosa, la adquirí en las prácticas religiosas de mi familia; la escuela
Luciano Carvalho de Sopetrán; y tres seminarios, en los cuales tuve la
oportunidad de conocer todos los intríngulis de esta preciosa religión.
Una de mis grandes
devociones en ella, es el culto al Santísimo Sacramento, porque creo con mucha
certeza que, es el único santo de carne y huesos que tenemos en nuestro credo
religioso.
Recuerdo con mucho
cariño, como eran las fiestas del Corpus Cristi en mi parroquia, porque cuando
era un niño con pocos años de edad, mi Madre y mi Abuela materna, me llevaban a
esas importantes procesiones, en las cuales se derrochaba todo tipo de homenajes
en honor de la Divina Majestad que visitaba las calles del pueblo.
Tengo grabadas en la
memoria las alegorías, alusivas al misterio de la eucaristía, que se exhibían
en los altares en donde posaba la custodia, recamada en piedras preciosas, que
recorría las calles del pueblo, bajo palio, con un repique de campanas
ensordecedor, que hacían mientras la procesión recorría el poblado.
Permítanme contarles con
pelos y señales la historia de esta hermosa fiesta, según lo narra el ilustre
sacerdote: Cecilio de Miguel Medina:
Fue
una religiosa, Juliana de Cornillon, la que animó a celebrar esta fiesta en
honor del Cuerpo y de la Sangre de Cristo el año 1208.
Esta
fiesta que surgió en la Edad Media, fue consecuencia del florecimiento del
pensamiento eucarístico del siglo XIII.
En el
siglo anterior comenzó la elevación de la Hostia en el momento de la
consagración.
En
pleno siglo XIII -1246- se celebró esta fiesta en la diócesis de Lieja
(Bélgica).
Unos
años más tarde tuvo lugar el hecho milagroso de la Hostia consagrada que
comenzó a sangrar ante las dudas de fe del sacerdote que celebraba la
Eucaristía en la ciudad de Bolsena (Italia).
Este hecho muy difundido, llevó al Papa Urbano IV a instituir la festividad del Corpus Christi en 1264.
Estaba presente en la Iglesia y era considerado como el
gran teólogo sobre la Presencia de Cristo en la Eucaristía: Santo Tomás de
Aquino a quien el pontífice quiso premiar con el cardenalato por su gran
servicio a la Iglesia en relación con la teología.
Pero
el humilde dominico le ofreció otro servicio a la Iglesia que el Pontífice le
concedió: Preparar los textos litúrgicos de dicha fiesta.
Gracias
a esa concesión tenemos esas obras poéticas resumiendo la ciencia sublime del
gran teólogo y el amor del gran santo, a quien la iconografía ha colocado la
custodia en el pecho de sus imágenes como símbolo de sus conocimientos
teológicos.
Himnos
de la calidad del Pange lingua, Lauda Sion, Panis angelicus o Adoro te devote,
salieron de su espléndida pluma y siguen sacudiendo nuestras creencias,
de quien teniendo que irse al cielo, se quedó con nosotros en persona y no sólo
en un recuerdo.
En el
siglo XIV tendremos acontecimientos que reforzarán dicha solemnidad, que
tendría desde entonces dos actos fundamentales: la Eucaristía y la Procesión.
En el
concilio de Vienne del 1311, el papa que había trasladado la sede desde Roma a
Avignon dio una serie de normas para el cortejo que acompañaría al Señor en la
procesión dentro de los templos, indicando hasta los detalles de dónde irían
las autoridades que quisieran ir en el desfile.
Años
más tarde, Juan XXII introdujo la Octava del Corpus, con Exposición del
Santísimo Sacramento incluida.
Y el
primero de los Papas renacentistas, Nicolás V, fue el primero en establecer que
la Hostia Santa saliera en procesión por las calles de Roma en la fiesta del
Corpus del año 1447.
En
los siglos posteriores fueron apareciendo otras obras de arte como las
Custodias -vaso sagrado donde se coloca la Hostia- y los “carros triunfantes”
son obras maestras de la orfebrería religiosa, en las que el pueblo fiel le
entrega al Señor lo que considera como más valioso: El oro, la plata, las
piedras preciosas.
La más famosa y valiosa de las custodias, es la que encargó el cardenal Cisneros al orfebre Enrique de Arfe y que éste elaboró entre los años 1517 y 1524.
Tiene
una planta hexagonal y se va elevando en columnitas primorosamente ejecutadas,
con adornos de pedrería y figurillas de ángeles, santos, florones, campanitas y
espigas.
La
parte central corresponde a la custodia y es de oro puro del llevado de América
por Cristóbal Colón.
Esta
custodia ha salido en Toledo en la fiesta del Corpus desde el año 1595.
El Corpus Christi o Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, es una celebración de la Iglesia católica que honra el santo sacrificio de Jesucristo o Eucaristía.
Tiene como principal objetivo recordar el cuerpo y
la sangre de Cristo a través del Santísimo Sacramento.
Se celebra el jueves posterior a la solemnidad de
la Santísima Trinidad que, a su vez, es realizada el domingo posterior a
Pentecostés.
El Corpus Christi, ocurre 60 días después del
Domingo de Resurrección.
En Colombia, la celebración se traslada del jueves
al domingo desde el año 1983 para adecuarse al calendario laboral, por lo
tanto, es una fecha de tipo móvil que depende de la fecha en la que ocurre el
Jueves Santo.
En Colombia el día de descanso se traslada al
siguiente lunes por la ley Emiliani o ley 51.
Pero los sopetraneros unidos a nuestros párrocos,
la seguimos celebrando el día jueves, para cumplir con aquel dicho popular que
reza:
Tres jueves hay en el año, que cusan admiración;
juez santo, jueves corpus y jueves de la ascensión.
Es una verdadera lástima que, la custodia más hermosa que teníamos los sopetraneros que, era de oro y recamada en piedras preciosas, se desapareció en una de las últimas administraciones eclesiásticas, por esta perdida pudiéramos cantar el famoso vallenato de:
La custodia de
Badillo y lo peor, es que no se sabe a quién reclamarle.
Sopetrán, junio 12 del
2021.
Darío Sevillano Álvarez.
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