Concienzudo
análisis, sobre la gestión del presidente Iván Duque.
La falta de
sabiduría en el manejo de la nación por parte del presidente Iván Duque, deja
mucho que desear a la ciudadanía colombiana.
Los dos años de
su período de gobierno, han convertido a Colombia, en uno de los países, más
mal gobernados de América latina.
Creo que lo que
voy a escribir, no es un atropello a su gestión; sino un análisis concienzudo
de la mala gestión conque nos ha gobernado.
En sus dos años de gobierno, la nación está sumida en una profunda crisis, que difícilmente va a poder manejar, porque la pandemia del Covid 19, acabó con la economía del país y la cantidad de muertos que estamos aportando, nos muestran como uno de los países americanos más mal manejados en ese sentido; la violencia que ha generado el mal manejo de los acuerdos de paz, firmados con la famosa guerrilla de las FARC, que uno no entiende, porque ni ellos, ni el gobernante, han sido capaces de cumplir lo pactado; la ola de ciudadanos venezolanos, sin perspectivas de detenerse, que nos está llevando a grandes problemas económicos y de seguridad social, porque no todos los que acogemos, son mansas palomas; y la circunstancia muy desagradable de que su gran padrino político, el expresidente Álvaro Uribe, esté atravesando una peligrosa crisis político-judicial, de muchas proporciones, que, nos están mostrando ante el mundo, como un país sin gobernante.
Hace
dos años Duque pronunció desde la Plaza Bolívar, en el centro de Bogotá, un
emotivo discurso de posesión. Contra viento y lluvia, aseguró que con él
llegaba a la Presidencia de Colombia “una nueva generación” de líderes que no "gobernaría
con espejo retrovisor” y estaría “dedicada a promover el entendimiento, el
trabajo en equipo y la construcción de consensos”.
Pero
la terrible realidad es que está haciendo lo contrario, de esas hermosas
palabras, que al parecer se las llevó el ventarrón que estaba haciendo en esa
lluviosa tarde.
Minutos
antes de esas preciosas palabras, el famoso presidente del senado, había
pronunciado unas palabras poco conciliadoras, que mostraban a Colombia, como un
país sin gobernantes y parece que esa maldición le cayó al presidente Duque,
porque está llevando del bulto en las encuestas de opinión, que lo muestran
como un presidente de bajo perfil.
Analicemos
con tranquilidad este asunto:
Iván
Duque se hizo elegir con una agenda que proponía cambiar algunos puntos del
Acuerdo de Paz alcanzado con las FARC, especialmente la Jurisdicción Especial
para la Paz (JEP) y la participación de los antiguos comandantes de las FARC en
política.
En la
práctica los cambios habrían significado remover los cimientos de lo pactado.
Dos
años después de haberse posesionado no ha logrado ninguna de las dos promesas.
Presentó
unas objeciones a la JEP que generaron protestas ciudadanas y se hundieron en
el Congreso.
No
las volvió a presentar.
También impulsó una reforma constitucional
para que, en el futuro, delitos como el narcotráfico y el secuestro no sean
amnistiables.
Aunque
fue aprobada, en nada cambió la participación política del hoy partido FARC.
Uno
de los cambios más visibles fue retórico.
Duque
paró de hablar de “implementación del Acuerdo de Paz” para hablar de “paz con
legalidad”.
Al
mismo tiempo, el Gobierno se ha esforzado por mostrarle a la comunidad
internacional, especialmente a la ONU y a la Unión Europea, cómo está poniendo
en marcha lo acordado.
Pero
todos sabemos, que ni los guerrilleros de las FARC, ni el gobierno, le han
puesto todo su empeño, a los acuerdos pactados en la Habana.
Aunque
Emilio Archila, el consejero para la estabilización de los acuerdo de paz, se
ha esforzado por meterle a la comunidad internacional, las mentiras de que todo
está marchando a las mil maravillas, los que aquí vivimos, sabemos con absoluta
seguridad que las cosas van de guate mala, para guate peor y prueba de lo que estoy
afirmando, es que los disturbios de las guerrillas que, se hacían a nivel de
los campos; en el momento actual se apoderaron
de las grandes ciudades, para acabar con el patrimonio de la nación y
desestabilizar a l gobierno.
Sin embargo,
la ruta para reducir los niveles de violencia en Colombia aún no está clara.
Juan
Carlos Garzón, director del Área de Dinámicas del Conflicto de la Fundación
Ideas para la Paz (FIP), resaltó que “la indecisión de este Gobierno es general
y la implementación de los acuerdos de paz, ha sido casi nula.
Un
ejemplo de esta indecisión es la lucha contra los cultivos declarados ilícitos.
Duque
propuso retomar la fumigación aérea con glifosato que, aunque no estaría en
contra del Acuerdo de Paz, sí rayaría con la estrategia planteada en él, que ve
la fumigación como último recurso y para cultivos a gran escala.
El
presidente planteó la medida, pero la Corte Constitucional reafirmó una serie
de requisitos muy específicos para poder reanudar la aspersión y el Gobierno
todavía no ha cumplido los requisitos exigidos para retomarla.
Duque,
no insistió con la estrategia de ´mano dura´ de la aspersión aérea, pero
tampoco le ha invertido con suficiente ahínco a las estrategias de sustitución
voluntaria de cultivos de coca.
La
sustitución, explica Garzón, iba a avanzar con las comunidades y como parte de
una estrategia integral para transformar el campo colombiano.
“Eso
no ha pasado.
Se
convirtió en un programa más de erradicación voluntaria que de sustitución”,
dijo el analista.
Hoy,
hay pocos proyectos productivos andando para las familias que buscan dejar la
coca y a la estrategia le falta dinero para funcionar.
Otro
ejemplo de falta de una ruta clara es la Reforma Rural Integral, uno de los
pilares del Acuerdo de Paz.
El
Gobierno ha resaltado la realización de 888 obras comunitarias en los 170
municipios más afectados por la violencia, también llamados municipios PDET,
como un importante logro de la implementación y una forma de revitalizar el
campo colombiano.
También
pidió un préstamo al BID y otro al Banco Mundial para hacer un catastro
multipropósito, un estudio importante para avanzar en la formalización de la
tierra en Colombia, que hoy es informal en un 80%.
Las
pequeñas obras de infraestructura comunitaria aportan, pero no resuelven el
problema estructural de la tenencia de la tierra en Colombia, explica Garzón.
La
apuesta grande es el catastro multipropósito, pero aún falta una decisión firme
de financiar a las entidades responsables de realizarlo.
Difícilmente
el Gobierno en dos años y con problemas de financiación en las instituciones
que participan en el ejercicio, va a llegar a cumplir la meta”, dice Garzón.
Luis
Alberto Rodríguez, director del Departamento Nacional de Planeación, afirma que
el catastro multipropósito avanzará más rápido en los siguientes dos años,
porque se han eliminado los problemas técnicos, se realizó la consulta previa y
se consiguió la financiación.
“En
el tercer y cuarto año debemos ver la implementación”, dijo Rodríguez.
Otro
tema intrínsecamente ligado con la paz es la seguridad.
Hasta
el momento no se ha visto una ruta clara para disminuir los niveles de
violencia en el país.
En
los dos primeros años del Gobierno Duque los homicidios de líderes sociales
aumentaron un 32%, según cifras de la FIP.
Las
víctimas de masacres aumentaron un 30%, notificó el Ministerio de Defensa.
Los
enfrentamientos entre grupos armados, señala la FIP, aumentaron en un 107% en
los dos años que lleva Duque en comparación con los dos años anteriores.
Los
casos de confinamiento, comunidades que se ven acorraladas por organizaciones
armadas, subieron un 193%, según cifras de la Oficina de Naciones Unidas para
la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA).
El
senador Roy Barreras, presidente de la Comisión de Paz del Senado, resume la
implementación del Acuerdo de Paz de la siguiente manera:
“Hay
una implementación lenta, absolutamente frágil, la inmensa mayoría de los
13.000 excombatientes que dejaron las armas hoy no tienen proyectos
productivos, hay más de 200 firmantes del Acuerdo de Paz que han sido
asesinados y vamos para más de 500 líderes sociales que han muerto, incluyendo
el número más alto de líderes ambientalistas”.
“Cuando
no hay diálogo hay guerra”, dijo en entrevista con la Agencia Anadolu.
Añadió
que en Colombia se abandonó una lógica de negociación y lo que quedó fue “la
toma del territorio por grupos ilegales con el consecuente escalamiento de la
violencia”.
El
segundo año de la gestión de Duque ha sido copado por la emergencia de la
COVID-19.
La
pandemia tomó a todo el mundo por sorpresa, pero ha golpeado con especial
fuerza a los países latinoamericanos que tienen ciudades sobrepobladas y con
altos niveles de pobreza.
Colombia,
en relación con países como México, Brasil y Ecuador, ha logrado controlar
mejor los contagios.
Duque
decretó antes que otros países de la región la Emergencia Sanitaria y la
Emergencia Social y Económica. Además, el Gobierno ha asignado COP 6,8 billones
adicionales al sector de la salud para la mitigación de la emergencia y está
realizando cerca de 30.000 pruebas al día para identificar nuevos casos de
COVID-19.
El
presidente ha tenido que enfrentar la pandemia con un país atrasado en materia
de servicios básicos e infraestructura hospitalaria.
Las
fallas y la corrupción históricos del sector de la salud se han manifestado,
por ejemplo, en la toma y procesamiento de pruebas COVID-19.
En el
país hay más de 11.400 muestras por resolver por parte de las Entidades
Prestadoras de Salud (EPS), que se están demorando hasta 72 días para entregar
los resultados de los exámenes, según cifras de la Procuraduría General de la
Nación.
La
Superintendencia de Salud señaló que ya hay 15 EPS con medidas cautelares por
fallas en la prestación de sus servicios durante la emergencia sanitaria.
Lo
que nos está pasando en el momento actual, demuestra que el gobernante, no ha
tomado las decisiones necesarias para controlar la pandemia, que día a día,
está tomando más fuerza.
Pero
además de los problemas estructurales del sistema de salud, el presidente ha
tenido algunas salidas en falso.
Un
ejemplo fue impulsar el primer día sin IVA en el que, en un momento crítico de
la pandemia, se vieron grandes aglomeraciones de gente buscando comprar
productos a bajos precios.
El ministro de Comercio, José Manuel Restrepo, salió ese mismo día a defender la decisión adoptada por el Gobierno. Dijo que los tumultos habían sido hechos aislados y que la jornada había sido positiva para la reactivación económica y laboral del país.
Sin
embargo, el segundo día sin IVA se hizo con un mayor énfasis en el comercio
electrónico y el tercero, que había sido anunciado, no se realizó.
Carlos
Álvarez, médico infectólogo y uno de los asesores del Gobierno para la atención
de la pandemia, le dijo a la Agencia Anadolu que, aunque es obvio que cualquier
actividad que lleve al desconfinamiento aumenta el riesgo de contagios, “no
creo que (el día sin IVA) haya sido el mayor error que se ha cometido”.
Señala
que otros hechos, como las reuniones familiares en el Día del Padre, pudieron
haber tenido más impacto en el aumento de contagios a nivel nacional.
Álvarez
defiende la gestión de Duque durante la pandemia afirmando que el país ha
tenido un aumento del 25% en las Unidades de Cuidados Intensivos, un hecho que
“ha implicado una labor titánica”. “En este momento los pacientes se han
atendido y no les ha faltado ventilador”, dice el experto, quien califica ese
hecho como un éxito.
Para
el senador Roy Barreras, opositor al Gobierno de Duque, el día sin IVA fue
producto de una estrategia improvisada.
Añade
que la actual administración desaprovechó la cuarentena inicial, durante las
primeras semanas de la pandemia, y no adecuó con suficiente agilidad el sistema
hospitalario.
“Los
trabajadores de la salud siguen en más de un 70% sin contratos de trabajo y a
muchos les deben hasta 11 meses de salario a pesar de que el Gobierno concentró
COP 25 billones de recursos de las regiones para concentrarlo en el manejo de
la pandemia”, dijo el legislador.
Para
el legislador, la palabra indecisión se puede escribir en mayúsculas para
describir la gestión de Duque.
“La contracción económica más grande en los últimos 100 años”
Antes
de que comenzara la pandemia, el Gobierno Duque sacaba la cabeza por la
recuperación en la confianza inversionista y la disminución de la inflación. El
primer punto era una realidad en medio de un agitado contexto social en los
países vecinos, mientras Colombia mostraba una fase de aceleración económica
importante.
“El
año pasado por fin tuvimos un crecimiento del 3% y antes de la pandemia las
cifras eran bastantes positivas. De hecho, en febrero, cuando el Dane
[Departamento Administrativo Nacional de Estadística] publicó el Indicador de
seguimiento a la economía, que está vinculado con la medición del crecimiento
del PIB, este era superior al 4%, y seguía consolidando una senda de
recuperación luego del enorme choque que sufrió la economía colombiana en el
2014”, afirma Luis Fernando Mejía, director del centro de investigación
económica y social Fedesarrollo.
“Esto
también estaba jalonado por un aumento de la inversión privada, que nosotros
creemos, estaba muy relacionado con las medidas implementadas en la reforma
tributaria del 2018 y 2019, que introdujeron un descuento importante para el
IVA pagado en los bienes de capital, algo que siempre se había pedido en el
país pero que, por cuestiones fiscales, no se había podido implementar”.
Pese
a que 2020 auguraba un importante crecimiento económico y mientras las cifras
controladas de la inflación también eran presentadas como grandes logros del
Gobierno, estas se vieron manchadas por el retroceso en indicadores como la
distribución del ingreso, la pobreza y la baja confianza del consumidor. Esto
sin mencionar una tasa de desempleo que en enero rondaba los 12.9%, de acuerdo
con el Dane.
“Uno
de los grandes lunares del Gobierno era el desempleo, que, a pesar de una
aceleración gradual de la actividad económica, continuaba aumentado y venía en
alza desde el 2015.
Incluso, en 2019 que fue un año de alto
crecimiento económico por encima del 3%, tuvimos un desempleo promedio del
10.5%”, asegura Mejía.
Hernando
Gómez Buendía dice:
“
Ese podría ser el resumen de la historia de
Colombia y el resumen, además, de las noticias y debates que cada día ocupan a
los medios y a las redes sociales que tenemos.
No hablo aquí de las fake news —del
chip que nos inyectan con la vacuna o del fotomontaje contra alguna persona—.
Hablo de las afirmaciones y los silencios de nuestros dirigentes, nuestros
analistas y nuestros periodistas, de las personas que hablan en “la esfera de
lo público”.
Su truco —y su autoengaño— principal es el silencio
o, para ser precisos, la media verdad.
El personaje no inventa mentiras descaradas, sino
que dice algo innegable o que cualquiera puede constatar, pero calla o esconde
los hechos relevantes que no encajan con su cuento: lo que dice es creíble,
pero no es la verdad.
De esta manera el mensaje es creído por quienes
simpatizan con el personaje, pero sus malquerientes rechazan o no aceptan la
dosis de verdad que este contenía. Por eso los colombianos hemos vivido siempre
divididos entre medias verdades diferentes o, para ser precisos, entre mentiras
diferentes.
Ya dije que las noticias y debates cotidianos se
reducen a las medias verdades, pero aquí puedo apenas mostrar unos pocos
ejemplos recientes sobre las mentiras que nos dicen día por día:
— El presidente dijo que el paro había causado
10.000 muertes por COVID-19. Es indudable que las aglomeraciones multiplican
los contagios, pero no existe ninguna base para saber si esos contagios y
muertes fueron pocos o muchísimos.
— El jefe de la oposición afirma que “en 2018 el
voto en blanco fue una complicidad con el uribismo”. Es obvio que esos 806.311
votos le hubieran servido a Petro, pero en primer lugar no le habrían alcanzado
(perdió por más de dos millones de votos) y en segundo lugar muchos de ellos
habrían ido para Duque.
— La Fiscalía investiga al alcalde de Cali por su
manejo del paro. Hubo errores del alcalde más o menos discutibles, pero eso de
por sí no es asunto de la Fiscalía, y otros muchos alcaldes también tuvieron
errores.
— Dice el ministro de Hacienda que este año
creceremos 6 % y esto, seguramente, es lo que indican los cálculos. No aclara,
sin embargo, que habíamos caído 6,8 % o que las perspectivas son tan malas que
perdimos el grado de inversión.
Esas mentiras cotidianas alimentan mentiras
duraderas. Que el paro fue cosa de terroristas o de jóvenes que sueñan, que fue
un triunfo de la gente o que aquí no pasó nada, que el confinamiento fue
excesivo o que no fue suficiente, que el tráfico de drogas es culpa de los
gringos, que el problema de Colombia es Maduro o el problema es Uribe…
Por eso hemos vivido y seguiremos viviendo
—mientras no lo remediemos— de los mitos que producen la violencia y la
dificultad para enfrentar y resolver los problemas verdaderos. Son los mitos
que exploro y documento en mi libro de historia, actualidad y prospectiva que
respetuosamente les invito a consultar.
Me identifico plenamente con este escritito y me
atrevo a creer que no vamos a ser capaces de mejorar, mientras sigamos aferrados
a las mentiras del gobernante”.
Sopetrán
julio 4 del 2921.
Darío
Sevillano Álvarez.
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