Gabriel Escobar Gaviria,
uno de los grandes hijos de Sopetrán.
Con 75 años de edad, ha
muerto en Envigado aquel que siempre mostró a un gran aprecio, por su patria
chica, en sus escritos, en sus blogs Gers, en sus constantes visitas a la
Virgen Morena, y en su actitud personal, como todos los miembros de esa ilustre
familia: Sixta Tulia, Ester, Inés, Raquel y José Luis, que siempre estuvieron
pendientes de su pueblo, para sacarlo adelante.
Con este escrito, muestra
el diario el colombiano, la terrible pérdida, de este ilustre amigo:
“Se murió Sófocles,
el de la Gazapera, el columnista que ejercía el escrutinio de
la palabra escrita. Se llamaba Gabriel Escobar Gaviria y durante 28 años obró
como un consumado cazador de gazapos. Habilidad llevada al esplendor por el
inolvidable Roberto Cadavid Misas, Argos, quien marcó época en el
diario como ingenioso gramático, y que él terminó reemplazando desde que envió
una carta de lector para advertir tres errores en un mismo escrito.
Eso sí, sin los dos
apellidos para que no sonara su corrección como firmada por un hermano del capo
del narcotráfico. Desde entonces, su columna fue infaltable y ratificó su
disciplina a blindar el idioma, oficio que, según contaba, empezó en su vida
cuando corregía los errores ortográficos de sus compañeros de universidad.
Ingenio que también ejerció en El Colombiano de Medellín en su
columna Vista de Lince, firmada por Abel Méndez, y en el Diario del
Otún de Pereira”.
Cuando me conoció, por
medio de uno de mis escritos, sobre nuestra Señora de Sopetrán, me abrió las
puertas de su Blogger, los Gavirias de Sopetrán y el él tuve la oportunidad de
salir del anonimato y entrar por la puerta grande, en los medios masivos de
comunicación
Podría decir, sin hacer
exageraciones, que me dedicó, con mucha especialidad ese Blogger y publicó en
él, más de doscientos artículos, que fueron consultados por miles de ciudadanos
del planeta.
En las estadísticas de
ese Blogger, siempre encontrábamos, grandes cantidades de usuarios de la
internet que nos leían.
“Nacido en Sopetrán
(Antioquia), en la casa que hoy vive la familia Carvallo Hoyos, en la calle del
Caño, Gabriel Escobar Gaviria, se educó con los salesianos, de ellos heredó su
interminable estudio del latín, y terminó en la Universidad Pontificia
Bolivariana de Medellín, donde se graduó de ingeniero eléctrico.
Trabajó para la
empresa antioqueña de energía y desplegó conocimiento en el país extendiendo
redes de transmisión y centrales telefónicas hasta que se jubiló.
Pero en su
incansable ajetreo profesional nunca le faltó tiempo para lo suyo.
Su disciplina de
escritor, más que de lector, con extraordinarias crónicas que fue obsequiando a
los contertulios de su conversación permanente.
Comida para gatos,
En Sincelejo no hay alzhéimer, La cordura del perro, La lección de la anciana, el legado
de un hombre que se esforzaba encontrando gazapos para gozarse a los amigos, y
que deja a su esposa, sus dos hijos y al entorno de sus cercanos y familia, el
testimonio de una vida digna de ser exaltada”.
“Una persona que
cuando hablaba enseñaba”, resume su amigo Luis Fernando Múnera, que lo exalta
como un hombre “sin sombras, alegre, optimista y dispuesto a ponerle picante a
la vida”, que deja en las páginas de El Espectador su memoria
de acompañamiento a la tarea diaria de construir el periódico.
Con su lupa desde
Medellín a lo escrito aquí o en la periferia, con la misma precisión con la que
trazó su ruta como ingeniero electricista, cómo él prefería definirse.
Su fina lupa de
conocimientos gramaticales del idioma español, lo llevó a crear un espacio,
para anunciar todos los gazapos, es decir las formas no aceptables de la
escritura del idioma.
MINUTO DE LECTURA.
En la cola de rata
Un ingeniero electricista de profesión, con más de
27 años de experiencia como columnista, cuenta sus anécdotas sobre la gramática
y la ortografía.
“Yo me empecé a dar cuenta de que algunos compañeros de mi universidad
tenían muy mala ortografía.
Sin embargo, había entre ellos –no recuerdo el nombre, pero le decíamos
Manizales- que nos daba conferencias de lo importante de la ortografía y eso
nos ayudaba a ver la manera correcta de escribir las palabras.
Desde aquellas reuniones me surgió el interés por saber la manera
correcta de escribir y me pregunté a mí mismo por qué no tenía los errores de
los demás.
Resulta que yo hice todo el
bachillerato en un seminario salesiano y allí me reforzaron la escritura en
latín.
Gracias al seminario y a aquellas conferencias, me di cuenta de que las
faltas de ortografía se pueden evitar con un buen uso y conocimiento del latín.
La forma de escribir dice mucho de uno.
Aunque mi carrera principal es
ingeniería, yo lo tomé más bien como un pasatiempo.
Uno muy importante.
Existía un ingeniero civil llamado Roberto Cadavid Misas, Argos, que
tuvo la columna de nombre Gazapera, que aparecía en El Espectador los
miércoles, por unos 5 o 6 años.
Fue una sección de opinión con contenido muy bien recibido.
Entonces, yo siempre compraba el periódico cada vez que salía su
publicación.
Roberto murió y dejó de salir su sección, por lo cual, asumió la
dirección de ella uno de los hermanos del difunto director, Guillermo Cano.
A pesar del cambio de autor, Gabriel seguía comprando El
Espectador para leer la Gazapera, hasta que un día cualquiera, vio
unos 4 o 5 errores en una de las columnas y decidió enviarles una carta con el
seudónimo de Sófocles para comentarles dichas equivocaciones.
No le puse mis dos apellidos, Escobar Gaviria, debido al incidente de la
muerte de Guillermo Cano a causa de Pablo Escobar Gaviria; no creí que una
carta criticando El Espectador, proveniente de alguien con los
mismos apellidos que el narcotraficante que le hizo tanto daño al periódico
estuviera bien.
Después, en una edición posterior de la columna, apareció la carta que
les mandé con los errores que señalé. Además, exaltaron aquellas críticas y
pidieron que el autor de aquella carta se comunicara con ellos.
Lo hice, les dije mis intenciones y la explicación de mis dos apellidos,
me terminaron ofreciendo la columna Gazapera y seguí con el
seudónimo de Sófocles.
Tengo la columna desde 1993, y aunque me cortaron la columna debido a la
crisis financiera del periódico durante unos años, pude continuar escribiendo
en octubre del 2000 y hasta hoy sigue intacta.
Además de El Espectador, trabajé en El Colombiano con
una columna llamada “Vista de lince” y en El Diario del Otún, de
Pereira, en el cual todavía escribo, con el seudónimo de Abel Méndez.
También escribí algunas columnas para la emisora del CIPA (Círculo de
Periodistas y Comunicadores de Antioquia).
Son cosas varias, relacionadas con la ortografía y la gramática
Empecé en El Diario del Otún de Pereira a mediados de 1995.
Es uno de los periódicos que más me gustaban de Pereira. Un día leí la
bandera del periódico y me di cuenta de que el director era Javier Ignacio
Ramírez Múnera, un ingeniero electricista compañero mío de la promoción de
ingenieros de la Bolivariana de 1971.
Inmediatamente tomé el teléfono y
pedí que me dejaran hablar con el director. Fue algo así:
—Hombre Javier, imagínate que desde hace días vengo comprando con
regularidad un periódico pereirano que se llama El Diario del Otún y
los errores que encuentro hacen parte de mi columna de El Espectador que
se llama Gazapera.
Hoy me di cuenta de que vos sos el director.
—Como así, entonces ¿vos sos Sófocles?
Dos meses después, me llamó y me pidió que le hiciera una columna
similar.
Apareció Taller del idioma, escrito por Abel Méndez. Todavía la escribo
igual que a la Gazapera.
Entré a finales de 1995, meses después de haber empezado a trabajar
en El Diario del Otún.
Alberto Piedrahita Barrientos, mi primer decano en la UPB, que tenía una
finca en Santafé de Antioquia y me hacía visitas en la oficina de El
Espectador, me felicitaba por mi columna en El Espectador y
me aseguraba que me conseguiría una columna en El Colombiano.
Pasaron dos años sin contacto con él hasta que un día me llamó y me dijo
que me tenía el puesto listo.
Cuando llegué a la sede de El Colombiano, Alberto me dijo
que en el nombre de la columna introdujera la palabra «lince». Como si yo lo
hubiera pensado antes, le dije de una vez, Vista de lince, nombre que gustó
sobremanera a los directivos del diario.
Allí hablamos con el subdirector y firmamos el contrato.
¿Cuál es la forma más correcta para tener una buena ortografía?
Abrir el diccionario.
La gente es muy perezosa para abrir el diccionario. Tener cuidado con el
mal uso y exageración de las comillas simples y dobles; es un error común tanto
en periodistas como escritores.
Todo lo “encomillan”.
La gente debería leer los manuales de ortografía que saca la RAE, ya que
son muy importantes y aseguran un buen conocimiento de la escritura.
La Ortografía de la lengua española (2010) es el mejor
libro que han sacado sobre la forma de escribir y ya está en la página web.
También existe Fundeu que saca recomendaciones de escritura muy
importantes.
Uno de los problemas actuales en la escritura es el uso de términos
prestados de otras lenguas.
Aunque eso demuestra que está viva y evoluciona, para Escobar representa
a veces un problema.
¿Qué pasa hoy en día?
Que todo el mundo se dedica a mirar el inglés, entonces el latín pasa a
un segundo plano; como es el caso de los extranjerismos mal utilizados en la lengua
castellana.
Era casi obligatorio, hacer este homenaje, al que fuera uno de los
mejores amigos de Sopetrán y tal vez uno de sus hijos más ilustres.
Sopetrán, agosto 4 del 2021.
Darío Sevillano Álvarez.
Hola Darío, excelente texto sobre Gabriel Escobar Gaviria.!Felicitaciones!
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