sábado, 22 de octubre de 2022

¿Hacia a donde vas Petro?

 

¿Hacia a donde nos va a llevar Petro?

Cando estábamos en el seminario, nuestros profesores nos enseñaron una anécdota preciosa que le ocurrió a San Pedro en Roma:

Dios se permite preguntarle ¿Quo vadis Petro?

Porque él, se alejaba de Roma de huida de las persecuciones de los Césares y Dios le dijo voy hacia Roma porque tu dejas el trono.

Esta misma pregunta se la podemos hacer a nuestro presidente de la república, pero no relacionada con una fuga; sino por los revolcones tan grandes que le está dando al estado en solo dos meses de gobierno.

Al presidente Gustavo Petro hay que hacerle la misma pregunta, porque a veces huye de Roma como Pedro, y a veces parece dirigirse a ella, en plan de mesías.

A mi modo de ver las cosas, el único ministro que saca la cara por el gabinete ministerial, porque demuestra estar posesionado de su papel, es el de hacienda, que muestra muchos conocimientos en esa materia y que siempre que, otro de los ministros, mete las patas, él sale a mejorar las explicaciones, para que los ciudadanos no mostremos el cansancio con sus actitudes.

Tengo la impresión de que la mayoría de los ministros fueron nombrados, para cumplir compromisos políticos del pastel burocrático; pero el presidente que en muchos de sus discursos parece estar consciente de lo que está haciendo, debiera pedir la renuncia de algunos de ellos, porque la gestión pública, se le va a complicar.

Traigo a colación este párrafo que me encontré leyendo a otro escritor:

Su gobierno refleja esas contradicciones, como lo demuestran minhacienda y minminas, quienes cada día escalan más su rifirrafe. La ministra de Minas y Energía, Irene Vélez, y su viceministra, Belizza Ruiz, anuncian una y otra vez que el Gobierno no otorgará más contratos de exploración de hidrocarburos, mientras el titular de las finanzas públicas, José Antonio Ocampo, las desmiente, alegando que “esa decisión no ha sido adoptada” por el Ejecutivo.

Minhacienda parece condenado –ojalá no se aburra– a ser la voz sensata del gabinete, como le ocurrió tras la firma del pacto del Gobierno con los ganaderos para que la Nación compre tres millones de hectáreas y las reparta entre los campesinos sin tierra. Ocampo se vio obligado a aclarar que esa compra no se puede hacer con bonos de deuda pública, como habían planteado el presidente y la ministra.

Eso para no hablar de otras inquietudes sobre el tema: ¿de dónde saldrá la financiación para esos campesinos? ¿Y la asistencia técnica? ¿Y la mano de obra que ya hoy escasea en el campo?”

Tengo la impresión de que el ministro Ocampo, se va a cansar y que no llegará a los primeros seis meses de gobierno.

“En fin, dudas sobran. Y es que el propio presidente alienta, con su doble lenguaje, todas esas confusiones que desconciertan y en ocasiones asustan.

Por momentos hay un Petro racional que se sienta a hablar de modo civilizado con Álvaro Uribe, que en tono responsable advierte que viene una recesión en 2023, y que ordena promover y votar, en la ONU, la condena a Rusia por la anexión, proclamada por Putin, de territorios parcialmente invadidos por sus tropas, que pertenecen a Ucrania.

Pero a veces asoma el Petro que amenaza a industriales y banqueros, que tuitea que va a intervenir el mercado de capitales –lo que disparó el dólar y, con ello, la inflación– y que culpa a la Unión Europea de la guerra en Ucrania, como lo ha insinuado en varias declaraciones.

O peor, el Petro que sugiere que las leyes y decretos son “el enemigo interno”, un argumento típico de quien sueña con saltarse las normas como lo hacen los dictadores”.

“Petro y algunos de sus aliados han comenzado a hacer otras delicadas insinuaciones.

“Estamos perdiendo tiempo, tiempo que yo no tengo –aseguró el miércoles, ante cientos de indígenas en el Cauca–, si algo le falta a este gobierno es tiempo”.

Lo que no tenemos es tiempo...”. Otras voces cercanas al mandatario comienzan a plantear en privado que hay que ampliar el periodo presidencial, o reabrir la discusión sobre la reelección, porque cuatro años es poco tiempo.

Algo muy distinto decía el candidato Petro cuando buscaba con desespero tranquilizar a los votantes centristas para ganar las elecciones.

 “Tengan la seguridad de que yo no buscaré la reelección”, dijo, solemnemente, en una declaración grabada en video, cinco días antes de la votación de segunda vuelta.

Y agregó, tajante: “Creo firmemente que cuatro años son suficientes para lograr grandes cosas y sentar las bases para una transformación en nuestro país”.

Estas consideraciones, me están sonando muy mal y pueda ser que no vayamos a terminar como Venezuela con Chávez.

Al fin, ¿bastan o no cuatro años? ¿A cuál Petro hay que creerle? Como en el legendario episodio de la historia cristiana, es válida la pregunta: “¿Quo vadis, Petro?”, ¿para dónde va, presidente?

El problema es que –a pesar de la similitud en el nombre- ni Petro es el apóstol Pedro, ni mucho menos es Jesús, aunque a veces el presidente se imagine como salvador.

En discursos del Cauca y el Valle dice lo que va a hacer.

Los colombianos debemos prestar atención.

Petro sabe de poder: cómo llegar a él, y cómo quedarse ahí.

Sabe que la gran mentira, la intimidación y la violencia son medios tan eficaces o más que los argumentos racionales y el apoyo popular en elecciones para llegar y mantener el poder.

Él tuvo plena confianza en esos métodos, que fueron parte importante de su vida.

Petro tiene claro y presente cómo llegaron y se quedaron Hitler, Franco, Fidel Castro y su hermano, Sadam Hussein, Chávez-Maduro, Ortega, Putin, Erdogan.

Con todo y la gravedad del daño que va a hacer el gobierno Petro con numerosas medidas económicas, eso solo distrae de la principal amenaza que representa Petro para Colombia, que es la destrucción de la democracia, para perpetuarse en el poder.

En discursos recientes en el Cauca y el Valle, dice claramente lo que va a hacer.

Los colombianos debemos prestar atención.

Según Petro, el primer obstáculo para que su gobierno pueda cumplir su mandato democrático, son todas las normas e instituciones de nuestra democracia, que no han sido hechas para beneficio de las mayorías, sino para favorecer a una oligarquía explotadora y corrupta.

"Los procedimientos construidos y escritos a través de normas, durante décadas…normas hechas por los privilegiados del Estado".

Aunque Petro acusa repetidamente a una oligarquía que: "ha gobernado a Colombia en los últimos dos siglos, llenándose de privilegios…de dinero, de fortunas, extraídos de la injusticia social", nunca dice quien específicamente hace parte de la mítica omnipotente hiper corrupta oligarquía.

Solo dice: "¿Qué es la oligarquía? Los hijos de los esclavistas".

Y todos los funcionarios del Estado (excepto los que él ha nombrado) solo sirven a esa oligarquía: "funcionarios que tienen el corazón en la codicia, en el bolsillo…a ver si se llenan de billetes".

 Y como los funcionarios que sirven a los oligarcas están enquistados en todas las instituciones y las controlan, no es posible reformarlas.

Eso hace "que no se produzcan los cambios, a pesar de que el presidente quiera".

Por todo lo anterior, en la visión que plantea Petro, el Estado, sus instituciones y sus normas (la Constitución y las leyes) no son legítimos.

No hay entonces justificación ética o política para protegerlas o defenderlas.

Todo en su discurso indica que, para él, lo que tiene legitimidad democrática, no es el Congreso elegido y menos aún la Justicia.

 

No es con ellos que va a hacer los cambios: es con la gente en la calle; "es convocando a la población a las calles, a las plazas públicas, para construir colectivamente el país que queremos".

"Lo que queremos es un millón de personas saliendo a la plaza pública".

Es "esa legitimidad" basada en "ríos de gente que salgan a apoyarme" a lo que el invita; a "que se apropien del poder", a hacer "una redefinición de la democracia".

Su proyecto no es solo para Colombia, sino para América Latina, y a veces incluye también a Norteamérica.

Les dice a los indígenas del Cauca que no pueden quedarse en el tema regional pequeño.

"Este gobierno tiene que ser de multitudes, y ustedes están para convocar esas multitudes en toda Colombia y en toda América Latina".

Petro sabe que esas manifestaciones masivas y acciones populares azuzadas por él pueden llegar a incluir, violaciones de la Ley.

 Para Petro es esencial que el Ejército y la Policía no actúen contra los que cometan delitos con el objetivo del "cambio" y respalden su gobierno.

Ningún policía o soldado hace parte de la oligarquía opresora. Repite varias veces en su discurso que el pueblo no debe luchar contra el pueblo "uniformados por el Estado, uniformados por la insurgencia, matándonos…". Sus ministros de Defensa y Justicia trabajan en neutralizar a policías y soldados, a la vez que Petro busca persuadirlos de que ellos no deben actuar como guardianes de la Ley y las instituciones, sino como parte del pueblo explotado.

Petro pretende distinguir entre el Estado y sus instituciones y "su" Gobierno.

EL es el Gobierno que representa al pueblo.

El Estado y sus instituciones sólo son instrumentos al servicio de la oligarquía que impiden que él, en toda su genialidad, transformen a Colombia, a América, y al mundo.

 Pero claro, para eso va a requerir más tiempo.

Lo que se interpone ante la necesidad de tener más tiempo como líder supremo, es el plazo definido por la Constitución y la ley.

Pero esas son normas ilegítimas de un Estado al servicio de la oligarquía, que no es menester acatar.

Solo hay que obedecer la verdadera democracia, que es el pueblo. Y no el pueblo que vota, sino el que sale a las calles.

"El Gobierno del cambio se volverá del cambio, si hay pueblo en la calle".

Como complemento a lo anterior, hace unas semanas Petro anunció que su gobierno destinará un billón de pesos anuales a pagar a jóvenes excriminales, o en riesgo de convertirse en criminales. 

Sobra decir que esos exdelincuentes, o delincuentes en potencia, a sueldo de Petro, lo van a defender beligerantemente.

Que se cuiden quienes participen en manifestaciones anti-petristas en un futuro, de esas milicias, preocupantemente reminiscentes de las milicias bolivarianas (Venezuela), camisas pardas (Alemania hitleriana), camisas negras (Italia de Mussolini).

Petro está montando el andamiaje, y nos está contando exactamente lo que va a hacer.

Nosotros, personas comunes y corrientes, no alcanzamos a imaginar lo que pueden hacer algunos en el poder.

 Defenderemos mejor nuestra democracia, si tenemos presente qué la amenaza.

Nadie espera que el presidente arregle el país en apenas dos meses de mandato, pero tampoco que lo destruya, lo cual ha venido haciendo a través de varias declaraciones, particularmente desde su cuenta de Twitter.

La libertad de expresión es un derecho que todos tenemos, pero tiene límites.

En su momento, las directivas de Twitter tomaron la decisión de cerrar la cuenta de Donald Trump, siendo este presidente de los Estados Unidos, ya que consideraron incitaba a la violencia a través de esta red social.

El candidato Petro en campaña en varias ocasiones promovió, desde su cuenta de Twitter, que se cometieran hechos violentos, sin que sucediera nada.

Ahora, como primer mandatario, continúa haciendo señalamientos contra periodistas, a pesar de que en el pasado la Fundación por la Libertad de Prensa (FLIP) le hiciera sendos llamados de atención.

Al parecer, al presidente no le interesa la prensa libre, o quizás sí, aquella que le hace propaganda.

Tampoco el que no haya violencia, a pesar de sus llamados a la ‘paz total’.

¿No será que deberían entonces cerrar su cuenta de Twitter, al igual que a Trump?

Las desatinadas manifestaciones de Petro en materia económica, varias veces corregidas por el actual ministro de Hacienda, lastiman la economía gravemente.

En su momento, las agresiones a la prensa o los llamados implícitos a la violencia durante el Paro Nacional pudieron generar la muerte de comunicadores o de ciudadanos del común por cuenta de declaraciones irresponsables.

Ahora sus pronunciamientos en materia económica pueden generar la muerte de empresas, y también de personas por cuenta del hambre que ocasiona la inflación y las muy mal encaminadas políticas que en materia económica y energética se empiezan a ejecutar.

Los trinos de Petro no están generando pánico, sino terror económico.

La reforma tributaria, a pesar de que se puede necesitar, va a causar la quiebra de muchos negocios; el desface de la economía doméstica; y muchas familias, entrarán a engrosar las filas de los pobres vergonzantes.


Sus pronunciamientos en materia económica afectan gravemente al país, la devaluación del peso es prueba de ello.

La inflación es el peor impuesto que se le puede poner a los pobres, aquellos que tanto ha prometido ayudar.

De continuar el presidente con sus desafortunados pronunciamientos, la clase media, ya bastante afectada por la pandemia, terminará desapareciendo.

Es entonces cuando la ciudadanía debe actuar a través de una veeduría responsable.

 Debe ponerse fin al discurso de lucha de clases, a través del cual solo se genera más pobreza.

Deben crearse políticas acordes al momento histórico que el mundo vive, no esté monigote de reformas sin sentido que terminarán destruyendo al país.

Los que podamos, debemos poner sobre relieve los atropellos que quieren cometerse contra todos los colombianos.

Entre tanto, es justo pedir una mayor ecuanimidad al Gobierno, así como seriedad en su actuar.

Los conceptos que he escrito, en este documento, se identifican plenamente con los escritos de tres grandes críticos del gobierno de Petro:

Mauricio Vargas; Enrique Peñalosa y; Alejandra Carvajal, por esa razón en el documento, inserto párrafos de los escritos de sendos autores.

Sopetrán, octubre 19 del 2022.

Darío Sevillano Álvarez.



























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