¿Hacia a donde nos va a
llevar Petro?
Cando estábamos en el
seminario, nuestros profesores nos enseñaron una anécdota preciosa que le
ocurrió a San Pedro en Roma:
Dios se permite
preguntarle ¿Quo vadis Petro?
Porque él, se alejaba de
Roma de huida de las persecuciones de los Césares y Dios le dijo voy hacia Roma
porque tu dejas el trono.
Esta misma pregunta se la
podemos hacer a nuestro presidente de la república, pero no relacionada con una
fuga; sino por los revolcones tan grandes que le está dando al estado en solo
dos meses de gobierno.
Al presidente Gustavo Petro hay que
hacerle la misma pregunta, porque a veces huye de Roma como Pedro, y a veces
parece dirigirse a ella, en plan de mesías.
A mi modo de ver las
cosas, el único ministro que saca la cara por el gabinete ministerial, porque
demuestra estar posesionado de su papel, es el de hacienda, que muestra muchos
conocimientos en esa materia y que siempre que, otro de los ministros, mete las
patas, él sale a mejorar las explicaciones, para que los ciudadanos no
mostremos el cansancio con sus actitudes.
Tengo la impresión de que
la mayoría de los ministros fueron nombrados, para cumplir compromisos
políticos del pastel burocrático; pero el presidente que en muchos de sus
discursos parece estar consciente de lo que está haciendo, debiera pedir la
renuncia de algunos de ellos, porque la gestión pública, se le va a complicar.
Traigo a colación este
párrafo que me encontré leyendo a otro escritor:
“Su
gobierno refleja esas contradicciones, como lo demuestran minhacienda y
minminas, quienes cada día escalan más su rifirrafe. La ministra de Minas y
Energía, Irene Vélez, y su viceministra, Belizza Ruiz, anuncian una y otra vez
que el Gobierno no otorgará más contratos de exploración de hidrocarburos,
mientras el titular de las finanzas públicas, José Antonio Ocampo, las
desmiente, alegando que “esa decisión no ha sido adoptada” por el Ejecutivo.
Minhacienda parece condenado –ojalá
no se aburra– a ser la voz sensata del gabinete, como le ocurrió tras la firma
del pacto del Gobierno con los ganaderos para que la Nación compre tres
millones de hectáreas y las reparta entre los campesinos sin tierra. Ocampo se
vio obligado a aclarar que esa compra no se puede hacer con bonos de deuda
pública, como habían planteado el presidente y la ministra.
Eso para no hablar de otras
inquietudes sobre el tema: ¿de dónde saldrá la financiación para esos
campesinos? ¿Y la asistencia técnica? ¿Y la mano de obra que ya hoy escasea en
el campo?”
Tengo la impresión de que
el ministro Ocampo, se va a cansar y que no llegará a los primeros seis meses
de gobierno.
“En fin, dudas sobran. Y es que el
propio presidente alienta, con su doble lenguaje, todas esas confusiones que
desconciertan y en ocasiones asustan.
Por momentos hay un Petro racional
que se sienta a hablar de modo civilizado con Álvaro Uribe, que en tono
responsable advierte que viene una recesión en 2023, y que ordena promover y
votar, en la ONU, la condena a Rusia por la anexión, proclamada por Putin, de
territorios parcialmente invadidos por sus tropas, que pertenecen a Ucrania.
Pero a veces asoma el Petro que
amenaza a industriales y banqueros, que tuitea que va a intervenir el mercado
de capitales –lo que disparó el dólar y, con ello, la inflación– y que culpa a
la Unión Europea de la guerra en Ucrania, como lo ha insinuado en varias
declaraciones.
O peor, el Petro que sugiere que las
leyes y decretos son “el enemigo interno”, un argumento típico de quien sueña
con saltarse las normas como lo hacen los dictadores”.
“Petro y algunos de sus aliados han
comenzado a hacer otras delicadas insinuaciones.
“Estamos perdiendo tiempo, tiempo que
yo no tengo –aseguró el miércoles, ante cientos de indígenas en el Cauca–, si
algo le falta a este gobierno es tiempo”.
Lo que no tenemos es tiempo...”.
Otras voces cercanas al mandatario comienzan a plantear en privado que hay que
ampliar el periodo presidencial, o reabrir la discusión sobre la reelección,
porque cuatro años es poco tiempo.
Algo muy distinto decía el candidato
Petro cuando buscaba con desespero tranquilizar a los votantes centristas para
ganar las elecciones.
“Tengan la seguridad de que yo no buscaré la
reelección”, dijo, solemnemente, en una declaración grabada en video, cinco
días antes de la votación de segunda vuelta.
Y agregó, tajante: “Creo firmemente
que cuatro años son suficientes para lograr grandes cosas y sentar las bases
para una transformación en nuestro país”.
Estas consideraciones, me están
sonando muy mal y pueda ser que no vayamos a terminar como Venezuela con
Chávez.
Al fin, ¿bastan o no cuatro años? ¿A
cuál Petro hay que creerle? Como en el legendario episodio de la historia
cristiana, es válida la pregunta: “¿Quo vadis, Petro?”, ¿para dónde va,
presidente?
El problema es que –a pesar de la
similitud en el nombre- ni Petro es el apóstol Pedro, ni mucho menos es Jesús,
aunque a veces el presidente se imagine como salvador.
En discursos del Cauca y el Valle
dice lo que va a hacer.
Los colombianos debemos prestar
atención.
Petro sabe de poder: cómo llegar a
él, y cómo quedarse ahí.
Sabe que la gran mentira, la
intimidación y la violencia son medios tan eficaces o más que los argumentos
racionales y el apoyo popular en elecciones para llegar y mantener el poder.
Él tuvo plena confianza en esos
métodos, que fueron parte importante de su vida.
Petro tiene claro y presente cómo
llegaron y se quedaron Hitler, Franco, Fidel Castro y su hermano, Sadam
Hussein, Chávez-Maduro, Ortega, Putin, Erdogan.
Con todo y la gravedad del daño que
va a hacer el gobierno Petro con numerosas medidas económicas, eso solo distrae
de la principal amenaza que representa Petro para Colombia, que es la
destrucción de la democracia, para perpetuarse en el poder.
En discursos recientes en el Cauca y
el Valle, dice claramente lo que va a hacer.
Los colombianos debemos prestar
atención.
Según Petro, el primer obstáculo para
que su gobierno pueda cumplir su mandato democrático, son todas las normas e
instituciones de nuestra democracia, que no han sido hechas para beneficio de
las mayorías, sino para favorecer a una oligarquía explotadora y corrupta.
"Los procedimientos construidos
y escritos a través de normas, durante décadas…normas hechas por los
privilegiados del Estado".
Aunque Petro acusa repetidamente a
una oligarquía que: "ha gobernado a Colombia en los últimos dos siglos,
llenándose de privilegios…de dinero, de fortunas, extraídos de la injusticia
social", nunca dice quien específicamente hace parte de la mítica
omnipotente hiper corrupta oligarquía.
Solo dice: "¿Qué es la
oligarquía? Los hijos de los esclavistas".
Y todos los funcionarios del Estado
(excepto los que él ha nombrado) solo sirven a esa oligarquía:
"funcionarios que tienen el corazón en la codicia, en el bolsillo…a ver si
se llenan de billetes".
Y como los funcionarios que sirven a los
oligarcas están enquistados en todas las instituciones y las controlan, no es
posible reformarlas.
Eso hace "que no se produzcan
los cambios, a pesar de que el presidente quiera".
Por todo lo anterior, en la visión
que plantea Petro, el Estado, sus instituciones y sus normas (la Constitución y
las leyes) no son legítimos.
No hay entonces justificación ética o
política para protegerlas o defenderlas.
Todo en su discurso indica que, para él, lo que tiene legitimidad democrática, no es el Congreso elegido y menos aún la Justicia.
"Lo que queremos es un millón de
personas saliendo a la plaza pública".
Es "esa legitimidad" basada
en "ríos de gente que salgan a apoyarme" a lo que el invita; a
"que se apropien del poder", a hacer "una redefinición de la
democracia".
Su proyecto no es solo para Colombia,
sino para América Latina, y a veces incluye también a Norteamérica.
Les dice a los indígenas del Cauca
que no pueden quedarse en el tema regional pequeño.
"Este gobierno tiene que ser de
multitudes, y ustedes están para convocar esas multitudes en toda Colombia y en
toda América Latina".
Petro sabe que esas manifestaciones
masivas y acciones populares azuzadas por él pueden llegar a incluir,
violaciones de la Ley.
Para Petro es esencial que el Ejército y la
Policía no actúen contra los que cometan delitos con el objetivo del
"cambio" y respalden su gobierno.
Ningún policía o soldado hace parte
de la oligarquía opresora. Repite varias veces en su discurso que el pueblo no
debe luchar contra el pueblo "uniformados por el Estado, uniformados por
la insurgencia, matándonos…". Sus ministros de Defensa y Justicia trabajan
en neutralizar a policías y soldados, a la vez que Petro busca persuadirlos de
que ellos no deben actuar como guardianes de la Ley y las instituciones, sino
como parte del pueblo explotado.
Petro pretende distinguir entre el
Estado y sus instituciones y "su" Gobierno.
EL es el Gobierno que representa al
pueblo.
El Estado y sus instituciones sólo
son instrumentos al servicio de la oligarquía que impiden que él, en toda su
genialidad, transformen a Colombia, a América, y al mundo.
Pero claro, para eso va a requerir más tiempo.
Lo que se interpone ante la necesidad
de tener más tiempo como líder supremo, es el plazo definido por la
Constitución y la ley.
Pero esas son normas ilegítimas de un
Estado al servicio de la oligarquía, que no es menester acatar.
Solo hay que obedecer la verdadera
democracia, que es el pueblo. Y no el pueblo que vota, sino el que sale a las
calles.
"El Gobierno del cambio se volverá
del cambio, si hay pueblo en la calle".
Como complemento a lo anterior, hace
unas semanas Petro anunció que su gobierno destinará un billón de pesos anuales
a pagar a jóvenes excriminales, o en riesgo de convertirse en criminales.
Sobra decir que esos exdelincuentes,
o delincuentes en potencia, a sueldo de Petro, lo van a defender
beligerantemente.
Que se cuiden quienes participen en
manifestaciones anti-petristas en un futuro, de esas milicias, preocupantemente
reminiscentes de las milicias bolivarianas (Venezuela), camisas pardas
(Alemania hitleriana), camisas negras (Italia de Mussolini).
Petro está montando el andamiaje, y
nos está contando exactamente lo que va a hacer.
Nosotros, personas comunes y
corrientes, no alcanzamos a imaginar lo que pueden hacer algunos en el poder.
Defenderemos mejor nuestra democracia, si
tenemos presente qué la amenaza.
Nadie espera que el presidente
arregle el país en apenas dos meses de mandato, pero tampoco que lo destruya,
lo cual ha venido haciendo a través de varias declaraciones, particularmente
desde su cuenta de Twitter.
La libertad de expresión es un derecho que todos
tenemos, pero tiene límites.
En su momento, las directivas de Twitter tomaron la
decisión de cerrar la cuenta de Donald Trump, siendo este presidente de los
Estados Unidos, ya que consideraron incitaba a la violencia a través de esta
red social.
El candidato Petro en campaña en varias ocasiones
promovió, desde su cuenta de Twitter, que se cometieran hechos violentos, sin
que sucediera nada.
Ahora, como primer mandatario, continúa haciendo
señalamientos contra periodistas, a pesar de que en el pasado la Fundación por
la Libertad de Prensa (FLIP) le hiciera sendos llamados de atención.
Al parecer, al presidente no le interesa la prensa
libre, o quizás sí, aquella que le hace propaganda.
Tampoco el que no haya violencia, a pesar de sus
llamados a la ‘paz total’.
¿No será que deberían entonces cerrar su cuenta de
Twitter, al igual que a Trump?
Las desatinadas manifestaciones de Petro en materia
económica, varias veces corregidas por el actual ministro de Hacienda, lastiman
la economía gravemente.
En su momento, las agresiones a la prensa o los
llamados implícitos a la violencia durante el Paro Nacional pudieron generar la
muerte de comunicadores o de ciudadanos del común por cuenta de declaraciones
irresponsables.
Ahora sus pronunciamientos en materia económica
pueden generar la muerte de empresas, y también de personas por cuenta del
hambre que ocasiona la inflación y las muy mal encaminadas políticas que en
materia económica y energética se empiezan a ejecutar.
Los trinos de Petro no están generando pánico, sino
terror económico.
La reforma tributaria, a pesar de que se puede
necesitar, va a causar la quiebra de muchos negocios; el desface de la economía
doméstica; y muchas familias, entrarán a engrosar las filas de los pobres
vergonzantes.
Sus pronunciamientos en materia económica afectan
gravemente al país, la devaluación del peso es prueba de ello.
La inflación es el peor impuesto que se le puede
poner a los pobres, aquellos que tanto ha prometido ayudar.
De continuar el presidente con sus desafortunados
pronunciamientos, la clase media, ya bastante afectada por la pandemia,
terminará desapareciendo.
Es entonces cuando la ciudadanía debe actuar a
través de una veeduría responsable.
Debe ponerse
fin al discurso de lucha de clases, a través del cual solo se genera más
pobreza.
Deben crearse políticas acordes al momento
histórico que el mundo vive, no esté monigote de reformas sin sentido que
terminarán destruyendo al país.
Los que podamos, debemos poner sobre relieve los
atropellos que quieren cometerse contra todos los colombianos.
Entre tanto, es justo pedir una mayor ecuanimidad
al Gobierno, así como seriedad en su actuar.
Los conceptos que he escrito, en este
documento, se identifican plenamente con los escritos de tres grandes críticos
del gobierno de Petro:
Mauricio Vargas; Enrique Peñalosa y;
Alejandra Carvajal, por esa razón en el documento, inserto párrafos de los
escritos de sendos autores.
Sopetrán, octubre 19 del 2022.
Darío Sevillano Álvarez.
No hay comentarios. :
Publicar un comentario